Todavía faltan un par de semanas para que sea oficialmente verano, aunque no lo parezca. Ha pasado el cuarenta de mayo, pero hace ya tiempo que nos hemos quitado el sayo. Los calores se nos han echado encima y con ellos la indolencia, la pereza y la desidia, que ahora llaman astenia y procrastinación, pero yo soy de la vieja escuela. Añoramos una cervecita al fresco, apetecemos un helado, la mirada se nos va hacia el mar y los ojos, hacia las noticias del verano, mis favoritas.

Solía ser costumbre veraniega avistar un tiburón cerca de la orilla, espantar a los bañistas y al final descubrir que el pretendido escualo no era más que un merluzo. Los tiburones voraces fueron sustituidos por las medusas asesinas, de gelatinosos y traidores tentáculos. Pero las medusas son… ¿vulgares? No tienen gracia. Es como el hombre del tiempo que afirma que en verano hace calor. Sí, claro. ¿Qué va a hacer, si no? 

El toque de originalidad asomó hace un par de años, con el avistamiento del cocodrilo del Pisuerga. Se movilizó a todo quisque para dar con él, pero desapareció. Fue un ejemplar más de la criptozoología ibérica, que incluye bichos como la leona de la Sènia, el pájaro gigantesco que sobrevolaba la Barcelona preolímpica o ese yeti que pillaron en Formigal, en los Pirineos, dándose un paseíto.

Que el cambio climático ya está aquí lo demuestra el adelanto, este año, de la noticia del verano, que será tendencia. Un periódico la anunciaba así: «Un jabalí sale del mar en Alicante y muerde a una mujer de Cuenca que estaba tomando el sol». Es una noticia fabulosa. El titular lo tiene todo y no le falta de nada. La inesperada aparición de un suido surgido de los dominios de Neptuno en la costa mediterránea y su preferencia por echarle un muerdo a una señora de Cuenca nos proporciona suficiente emoción playera para lo que resta de año.

Ojo, que se habla mucho del apocalipsis zombi, pero verán como, al final, serán los jabalíes. ¿No me creen? Esta semana, en la parte alta de Barcelona y a plena luz del día, una mujer fue acosada por unos jabalíes. Desconocemos si la mujer era de Cuenca, porque ese detalle no ha transcendido a la prensa. Sí sabemos que los del 112 tuvieron que ir a rescatarla. La encontraron, a la pobre mujer, subida al asiento de la marquesina de la parada del autobús. A sus pies, un par de suidos hocicaban una bolsa del súper que la mujer llevaba consigo, pues volvía de la compra. El susto, morrocotudo. La alarma, general. Las autoridades, en Babia. 

No ha sido la primera vez y no será la última.

Mientras tanto, otras noticias pasan desapercibidas. Se publica periódicamente una lista de los 25 mejores hospitales públicos españoles. En 2022, Barcelona tiene tres hospitales metidos en la lista, el de Vall d’Hebron, el Clínc y el Sagrat Cor, en los puestos 11.º, 12.º y 13.º, respectivamente. Eso está muy bien, me alegro, pero hace dos años tenía cuatro hospitales en la misma lista, en las posiciones 8.ª, 9.ª, 10.ª y 11.ª. Dos han caído de la lista. 

Lo que tendría que escamarnos es que ningún hospital de Barcelona esté entre los cinco primeros lugares. Dada nuestra población metropolitana y su nivel de renta, sería casi obligado que fuera así. Pero el departamento de Salut y el Govern de la Generalitat llevan tantos años maltratando a la sanidad pública que puede considerarse milagroso que todavía hayan hospitales catalanes en esa lista.

Pero ellos, a sus cosas. Buscando la notoriedad de la fama efímera e inconsistente, se lanzan a proporcionarnos espectáculos que pretenden ensombrecer las refrescantes noticias del verano. Los socios del Govern protagonizan diariamente una pelea a cara de perro entre ellos mismos en busca de público. Mientras, los comunes ejercen de pagafantas, los socialistas se muestran tibios en el mejor de los casos y a la derecha convencional nadie le hace caso, diga lo que diga. Ellos se pelean y la casa sin barrer. Nuestra casa, y toda la mierda para nosotros.

Pues, qué quieren que les diga, prefiero mil veces las incursiones de los jabalíes en la Ciudad Condal, en busca de turistas de Cuenca, que pasar vergüenza ajena.