Salvador Illa lo reafirma cada vez que tiene ocasión: el candidato del PSC por Barcelona será Jaume Collboni. Miquel Iceta, el nombre que aparecía en todas las quinielas, llevaba semanas, sino meses, auto descartándose de la carrera de las próximas elecciones municipales. Y también, lo ha hecho por activa y por pasiva, Salvador Illa. Ninguno de los dos ni quiere, ni puede, aspirar. Illa entre otras cosas porque ha constatado que las predicciones de los oráculos que afirmaban que el PSC en Cataluña no tiene nada que hacer, empiezan a hacer aguas porque la unidad independentista es una entelequia y los movimientos de fondo de la sociedad catalana ante una idea, la independencia, y un hecho, la inutilidad del Govern, pueden salir a la superficie en cualquier momento. Iceta ya dio un paso al lado en 2021 porque las encuestas así lo recomendaban y acertó. El presidente del PSC tiene baraca para rato, pero no en Barcelona.

Las cartas están en manos de Collboni y el candidato in pectore está dispuesto a jugarlas en unas primarias que se celebrarían en el mes de octubre. Y no lo duden, las ganaría. Lo hizo ante el ahora aspirante a algo Jordi Martí, en el equipo de los comunes, y otros aspirantes. Hubo por aquel entonces muchas dudas y en el peor momento del PSC, Collboni ganó, y desde entonces ha acumulado experiencia.

La incertidumbre sobre los resultados ha sido el mejor caldo de cultivo para el debate sobre quién debe ser el candidato socialista, porque, sin duda, solo el PSC es alternativa al tándem de una desgastada Colau que ha dejado a Barcelona en las raspas y ha dejado pasar oportunidades, --amén de convertir la capital catalana en una ciudad aburrida y antipática para propios y extraños-- y un Ernest Maragall que espera la alcaldía como un sucedáneo de herencia del trabajo hecho durante años por su hermano Pasqual. En este panorama, solo Collboni es alternativa y sería bueno para los muy cafeteros que lo asumieran y que dejaran de deshojar la margarita de Iceta e Illa, ambos descartados, y de otras posibilidades más remotas e inviables.

El debate en el PSC ha existido. Eso no se puede negar, pero hoy por hoy, solo Collboni es la garantía porque a diferencia de hace cuatro años las municipales de 2023 no son ni un plebiscito sobre Colau, ni un plebiscito sobre la independencia. En mayo de 2023, las elecciones serán un plebiscito sobre Barcelona. Sobre la ciudad que queremos para el futuro, sobre los retos que hemos de afrontar y las oportunidades que hemos de aprovechar. Sobre la Barcelona alegre y cosmopolita o la que se mira el ombligo mientras se empobrece. Sobre la Barcelona de los problemas reales o la de los debates ficticios y sectarios.

En dos frases. Las elecciones versarán sobre la Barcelona para vivir, trabajar y convivir, o sobre la Barcelona sin ideas y sin vida. El plebiscito será sobre Barcelona y, en estos momentos, el que más sabe sobre Barcelona en el PSC se llama Jaume Collboni. Muchos le han afeado, --entono el mea culpa porque yo también lo hice--, que tenga unas formas suaves, que no haya dado un puñetazo sobre la mesa, pero hay que reconocerle que este carácter moderado en las formas y consistente en el fondo es lo que se necesita en Barcelona para momentos complejos como los que se avecinan. Para cuadrar los números para gobernar, pero sobre todo para gobernar en tiempos de muchas tribulaciones. Y una cosa a tener en cuenta. Colau lo expulsó del gobierno municipal en la legislatura de 2015-2019. Podría haberle dado puntada Collboni en esta legislatura. Motivos no le han faltado y no lo ha hecho, porque respeta los acuerdos y es consecuente. Otros con menos recursos y más cortoplacistas, han incumplido los acuerdos como incumplen las promesas.

Colau no lo tiene fácil en un plebiscito sobre Barcelona. De todo los prometido en el 2015 no ha cumplido nada. Y de la ciudad amable y sostenible, solo tenemos la ciudad desagradable e insostenible. Maragall menos. Espera su herencia como el maná, pero desconocemos sus propuestas y alternativas, y además, seamos claros, no es una alternativa de futuro para lo que nos espera. Solo Collboni es la alternativa real. Colau y Maragall ya son pasado, y en el resto del espectro político, desde Junts a PP pasando por el resto de ensalada de siglas, el desierto es la tónica. Tiene dos cosas a favor el candidato socialista: la solidez de su partido que ha superado los malos momentos de 2015 y el 2017, y que es el único que se sabe la lección. Ahora su tarea es centrar el debate y convertir las elecciones en un plebiscito por Barcelona.