Yo diría que, si eres un crack del fútbol, deberías estudiar atentamente las ofertas del Barça antes de aceptarlas. A fin de cuentas, no vienes a cualquier ciudad, sino a una en decadencia, trufada de ratas (incluidas las de dos patas a las que hacía referencia en una de sus canciones la inolvidable Paquita la del Barrio) y de delincuentes reincidentes a cuyo equipo de gobierno no le acaba de caer del todo bien su propia policía (se pudo comprobar de nuevo hace unos días, durante las fiestas de Sants, cuando una representante de los comunes echó a la Guardia Urbana de un jolgorio popular porque su presencia le molestaba, aunque obedeciera a la voluntad de evitar incidentes
desagradables, de los que hubo unos cuantos durante la fiesta mayor del barrio). Ser un crack del fútbol no te salva de las cada día mayores molestias con las que se puede encontrar el barcelonés medio a diario. Por el contrario, dicha condición parece espolear el espíritu de superación de nuestros chorizos.
Nada más llegar a nuestra ciudad, al ansiado Lewandovski le sustrajeron el reloj. Al pobre Aubameyang ya van dos veces que le entran en su casa de Castelldefels; la primera, en su ausencia, durante el mes de julio, se saldó con la pérdida de un millón y medio de euros en joyas y relojes; la segunda, hace unos días, pilló a la familia en casa y hubo bofetadas para el futbolista y su esposa, ante la mirada aterrorizada de sus hijos: parece que el botín fue considerable. Hasta Joan Laporta apareció no hace mucho en el Camp Nou con un ojo a la funerala del que no ha dado muchas explicaciones (¿podría tratarse de la demorada venganza de aquella novia a la que años atrás obsequió con un Rolex falso?: no lo descartemos). Yo no sé si en los demás equipos europeos suceden cosas como estas que acabo de comentar, pero si el temita sigue en ese plan, no debería extrañarnos que los jugadores que fichen por el Barça incluyan una cláusula de peligrosidad ambiental antes de firmar nada.
En Castelldefels, zona muy del agrado de nuestros futbolistas extranjeros, se ha incrementado en más de un 50% el número de intrusiones delictivas en domicilios ajenos. O sea, que no hace falta ser jugador del Barça para que te revienten la cabeza delante de tus hijos y te vacíen la caja fuerte, caso de tenerla, o los cajones, si no pasas de ahí. En Barcelona, te pueden apuñalar delante del MACBA y observar luego que tu agresor es puesto en libertad por el juez porque carece de antecedentes penales: es la primera vez que apuñala a alguien, el angélico, e igual no lo vuelve a hacer; soltémoslo, pues, aunque un poco más y se carga alguien. En Barcelona, si trabajas como
vigilante del metro, igual te encuentras con un grafitero con malas pulgas que te acuchilla antes de darse a la fuga, como ha sucedido recientemente. Y si eres poli y te acercas a un barrio en fiestas a ver cómo está el patio, puede que una representante de los comunes te eche con cajas destempladas, como les comentaba hace un momento.
Hay quien opina que este tipo de inconvenientes se encuentran en todas las ciudades del mundo y que no hay que ser alarmista. Se supone que el alarmismo es un arma de la derechona para desacreditar a ese pedazo de alcaldesa democrática que es Ada Colau y abrirle las puertas al fascismo (la primera ese es muda, como todo el mundo sabe). En realidad, vivimos en la mejor de las Barcelonas posibles y hay que ser muy mezquino para fijarse en las puñaladas del metro o de delante del MACBA, o en los riesgos que corren los futbolistas que fichan por el Barça. Y el colmo de la mezquindad es quejarse de que el número de ratas urbanas haya crecido un 65% durante los últimos tiempos. ¡Pero si tener ratas es lo más cosmopolita que hay! ¡El metro de Nueva York está plagado de ellas, y son de tamaño natural, no como esas canijas de la plaza de Cataluña!
A base de superilles y huertos urbanos, Barcelona se está convirtiendo en la perla del Mediterráneo, pero hay gente que solo le encuentra pegas y se fija en nimiedades: robos, violencia, ratas… Menos mal que los comunes saben que somos la envidia de Europa entera. Y si a los fichajes del Barça no les gusta que les roben, pues a ver si se olvidan de hacer ostentación de su riqueza, que puede resultar ofensiva para los que nada tienen. Ah, y a quien no le guste vivir en la mejor ciudad del mundo, ahí tiene la puerta.