No necesariamente por ese orden. Eso lo dirán los vecinos de Barcelona cuando voten en mayo de 2023. Pero Xavier Trias y Jaume Collboni representan ahora en la ciudad –a la espera de que anuncie su candidatura—una forma de entender la política que se puede tildar de clásica y aburrida. ¿Seguro? Bueno, no es la política efectista y rimbombante de Laura Borràs, y no apela a los sentimientos encontrados de los que hace gala Oriol Junqueras, con esa muestra de rechazo epidérmico a los socialistas, en concreto, a los que no son independentistas o soberanistas, porque bien que ha avalado a Joaquim Nadal --¿fue socialista?-- como nuevo consejero de Universidades. Es un tándem, el de Trias y Collboni, que, en cambio, puede ofrecer un salto cualitativo para Barcelona, con políticas concretas, con proyectos de ciudad.
¿Esa posible colaboración es una quimera, el sueño solo de algunos círculos burgueses de la ciudad? ¿O puede ser la gran preferencia de una mayoría social en Barcelona que está harta de ilusiones sin fundamento?
La política municipal, lo que ocurra en Barcelona a partir de mayo de 2023, puede ser crucial para el conjunto de la política catalana. Pero nadie debe olvidar que los partidos trabajan, en primer lugar, por sus propios intereses. Y el candidato que quede primero, hará todo lo que esté a su alcance por ser alcalde, con los pactos que necesite. En ese terreno el alcaldable mejor colocado es el republicano Ernest Maragall, que sabe que podrá disponer del apoyo de los comunes. Los dos partidos, ERC y comunes, han sido llamados a una colaboración estrecha, en el Ayuntamiento de Barcelona y en el Parlament de Cataluña. Comparten frontera electoral. Hay trasvase de votos, pero también existe un denominador común. Eso se comprueba en muchos actos de los sábados, cuando se abren mercados urbanos, se cierran manzanas del Eixample, y se cocinan platos para todos los vecinos: profesores, profesionales cooperativistas, estudiantes, ingenieros autónomos… Es difícil distinguir al republicano del comunero. Comparten proyecto. Colau lo sabe y Ernest Maragall también.
En el otro lado de la balanza, por tanto, está el PSC y el grupo de JxCat de Barcelona, distinto a las bases militantes que votaron el pasado viernes a favor de dejar el Govern de la Generalitat. Se podría llamar, hace unos años, la sociovergència. Ahora es otra cosa, pero el elemento en común es una búsqueda del acuerdo, una forma de entender la ciudad en la que no hay enemigos, aunque sí disparidad de intereses. Una relación que podría suponer –a medio plazo—un cambio de carácter transversal en Catalunya.
Pero para ello deben pasar cosas. La cultura de partido de los convergentes que se quedaron en Junts per Catalunya –todos los que votaron a favor de quedarse en el Govern—no casa con las escisiones ni las formaciones de nuevas fuerzas políticas. Sin embargo, en algún momento deberá producirse una reacción, si los partidarios de Carles Puigdemont y Laura Borras siguen empeñados en su ‘trumpismo’ a ninguna parte.
De Jaume Collboni se señala que le falta carisma, que no seduce y que debería tomar decisiones contundentes para marcar de forma clara su proyecto frente a Ada Colau y los comunes. De Trias se señala –muchos de su propio partido—que está gastado y que los tiempos son otros. Pero, tal vez, el tiempo es el de los veteranos que trabajan con cosas tangibles, que mantienen un perfil más gris y que conectan con el ciudadano medio de la ciudad. Y, principalmente, con los que creen que Barcelona no debe ser el centro de las batallas identitarias. Al revés. Debe recoger el espíritu más cosmopolita del país.
Claro que el mayor peso lo tendrá Xavier Trias. Nadie le pide que deje su apuesta independentista a un lado –aunque nunca se la creyó demasiado--, pero sí se le reclama que sepa separar los intereses legítimos de JxCat, --en su batalla con ERC—de las necesidades de la ciudad. Veterano, gastado, con todo el bagaje de la Convergència de Jordi Pujol –fue su mano derecha como consejero de Presidencia y diputado en el Congreso--, Trias puede desencallar la situación en la capital catalana, frente a los prejuicios de los comunes y la ambición de ERC.
En el otro lado, Jaume Collboni podría tener la oportunidad para aplicar ese latiguillo sobre la necesidad de lograr gobiernos transversales. Alguien deberá iniciar ese camino, que será más factible con Trias en el mismo sendero.
Miquel Roca, compañero de viaje de Trias, suele repetir una frase: “Hay miedo al acuerdo, los cobardes no pactan”.
Comienza la carrera para demostrar que no hay cobardes en Barcelona.