Las Ramblas ya tienen otros tres ramblistas de honor. Los nuevos de este año son: El Museu Marítim, la centenaria librería Pompeia y el diseñador Juli Capella. De ser cierto que todo honor no es tanto de quien lo recibe como de quien lo otorga, los honorados son los Amics de La Rambla, que convocan los premios “para distinguir a quien haya contribuido a mejorar, divulgar o promover el prestigio de la calle y de Barcelona”.

Presididos por Fermín Villar, los Amics de la Rambla llevan más de sesenta años sumando amigos honoríficos, y su criterio a la hora de elegirlos es una brújula del estado de las Ramblas y de la ciudad a lo largo del tiempo. El año 1961, el primer galardonado fue el alcalde Porcioles. Después, todos los alcaldes de la democracia menos Hereu, Trías y Colau. La lista de presidentes de la Generalitat la inician Tarradellas y esposa, y la cierran Jordi Pujol y esposa. De los posteriores, ni rastro. En 1977, el honor recayó sobre “los ciudadanos de Barcelona”, sin más.

En la lista de casi doscientos ramblistas de honor constan comercios, establecimientos, negocios y empresas, algunas desaparecidas y otras aún resistentes. También es más que notoria la nómina de artistas, escritores, arquitectos, cantantes, músicos, científicos, deportistas… Todos primeras figuras internacionalmente reconocidas. Un recorrido por las entidades premiadas es la memoria viva o desaparecida de la sociedad civil y de la Armada Española (1982). Y su guía de restaurantes galardonados es un paseo por el placer del paladar y la nostalgia de fogones apagados para siempre. Constan también, como cabía esperar, las floristas, la vendedoras de la Boquería, los quiosqueros, las Golondrinas y la estatua de Cristóbal Colón. Todos perjudicados por la actual administración municipal. Incluso la estatua, que contempla con inquietud las obras que se han iniciado bajo ella, ya que las adalibanas se la tienen jurada y quisieran verla derribada.

A través de Amics de las Ramblas podría escribirse o reescribirse otra crónica sentimental del paseo más vivo, entrañable y famoso de la ciudad. Como lo demostró el también ramblista y escritor Josep María Espinàs en el libro 24 escriptors. 24 hores de la Rambla (1993). Cada uno de los autores pasaba una hora en el balcón de un hotel sobre el mosaico de Miró. Las veinticuatro horas seguidas de un día y noche cualquiera dieron lugar a otras tantas crónicas que no se parecían prácticamente en nada. Porque siempre pasaban cosas y personas. Y en aquellas Ramblas se comprobó aquella verdad radiada de Luis Arribas Castro, Don Pollo, que decía: “la ciudad es un millón de cosas”.

Entre este millón de cosas, sigue vivo un objetivo de los Amics de Las Ramblas que es distinguir a las personas, entidades, instituciones y empresas que “hayan contribuido con su actividad y esfuerzo a mejorar, divulgar o promover el prestigio de La Rambla y de Barcelona”. De ahí que durante los últimos casi ocho años no merezca mención alguna nadie de un Ayuntamiento sectario que no se ha esforzado en mejorar La Rambla y no ha promovido su prestigio ni el de Barcelona. Sino exactamente todo lo contrario.