Por alguna razón que desconozco los ayuntamientos –también el de Barcelona-- se resisten a permitir que los bajos de los edificios sean habitables. Pese a esa oposición, inexplicable en un país con tan alarmante escasez de viviendas y tanta especulación y polémica a su alrededor, en cualquier ciudad, incluso en las grandes, se pueden encontrar viviendas a pie de calle.

Ahora resulta que el consistorio barcelonés multa a los vecinos de la Barceloneta que se han visto obligados a montar rejas metálicas en la puerta de sus casas bajeras para protegerse del incivismo y la delincuencia creciente que fustiga el barrio. Gentes que no han hecho otra ciosa que imitar a los pocos comerciantes de la zona que sobreviven.

El argumento sancionador alude al incumplimiento de las normas ornamentales y urbanísticas, las que también obligan a retirar los compresores del aire acondicionado de las fachadas, la cubierta de una terraza o un toldo distinto del que utilizan el resto de los vecinos del inmueble.

Probablemente, los funcionarios que amenazan con las sanciones cumplen con el reglamento, pero tratar así a quienes viven en un bajo de la Barceloneta es desconocer por completo qué es el barrio y qué seguridad tiene. ¿Cómo es posible que el consistorio actúe así?

La inseguridad de Barcelona se ha convertido en la primera preocupación de sus habitantes. Lo vemos en las encuestas, las noticias, las quejas vecinales. Es posible que, como dice el ayuntamiento, solo sea una percepción, pero en economía, en política, en la misma vida, una idea termina teniendo más peso que la realidad que refleja.

Es difícil entender que los empleados municipales sean tan insensibles, pero aún lo es más que un ayuntamiento gobernado por la izquierda sea tan burocrático con sus ciudadanos, una gente que en este caso no es precisamente la más favorecida de la ciudad.