El pasado martes el Ayuntamiento de Barcelona publicaba su barómetro municipal relativo a la percepción ciudadana de la gestión municipal. Es una encuesta donde se evalúan políticas públicas y se identifican los problemas de nuestros vecinos. Al ser el último informe que presentar por el gobierno local antes de las elecciones municipales, el barómetro ofrecido esta vez no mide la presión electoral, no se incluye la intención de voto de los partidos, pero sí que es un termómetro que valora la temperatura del rechazo político a la alcaldesa Ada Colau.
Estoy persuadido de que el citado estudio sociológico y de ciudad intentará ser atemperado por una Ada Colau tornada en la alcaldesa-anuncio. Se podrá comprobar lo anterior desde un figurado cinemómetro publicitario que analice la intensidad y velocidad del gasto en comunicación institucional del ayuntamiento y en el que se registran los más de 10 millones de euros anuales actualmente destinados al efecto. Esta cifra para el autobombo político de Ada Colau y de su gestión se verá, sin duda, concentrada en las inmediatas semanas previas a la convocatoria electoral, desde ahora hasta finales del próximo mes de marzo, de cara a los comicios que se han convocado para el 28 de mayo. A todo ello hay que sumar la concesión de cuantiosas subvenciones y firmas de convenios que durante los próximos meses agraciarán a las entidades amigas de los comunes y que proseguirán a las ya reconocidas en los últimos años.
El barómetro concluye lo que todos sabíamos y padecemos. Para los barceloneses la inseguridad es el principal problema. Así lo señala la propia encuesta municipal, que refleja que lo es para uno de cada cuatro e indica que el segundo problema es la limpieza y que la tercera preocupación es el acceso a la vivienda. La encuesta también refiere el rechazo mayoritario a la gestión de la alcaldesa. De todo ello se ha escrito e informado ya en estos últimos días.
Sin embargo, en las valoraciones que he observado sobre las conclusiones del barómetro creo que falta un elemento de análisis relevante: la tendencia de los últimos meses en las opiniones de los barceloneses y su percepción del futuro que nos acontecerá en los próximos. Es brutal que en la propia encuesta municipal se refleje que el 66,4% de nuestros vecinos considere que Barcelona ha empeorado en el último año, pero quiero destacar que ese porcentaje se ha incrementado con relación al anterior estudio del ayuntamiento del mes de junio de 2022. Hace seis meses los que creían que la ciudad estaba peor eran ya un 60% y medio año después ese abrumador porcentaje ya suma 6 puntos porcentuales más. Es decir, la tendencia confirma que, si antes ya se iba mal, ahora se va todavía peor.
Los que creen que la ciudad ha mejorado, si comparamos los dos últimos barómetros, decrecen y, por tanto, la tendencia es que los avaladores de la gestión municipal cada vez son menos, del 23,3% al 20,5%. Dicho de otra manera, en la encuesta municipal del mes de junio de 2022 los quejosos de la gestión consistorial aventajaban en 37 puntos porcentuales a los avaladores y en la de diciembre de 2022, ahora, solo seis meses después, los críticos amplían su distancia con los favorables hasta llegar a los 46 puntos de distancia.
Una segunda comparativa de problemas. Los barceloneses tienen las mismas tres primeras preocupaciones que hace medio año y en el mismo orden, pero ojo al dato, con más intensidad en su percepción. Es decir, la seguridad, la limpieza y el (no) acceso a la vivienda no solo es lo que más preocupa, sino que lo hace cada vez más. Por ejemplo, la inseguridad crece del 22% al 24,8% y la limpieza del 11,5% al 15,8%. Quiero recordar que estos indicadores no son cosecha mía, sino que son los que se constatan en la encuesta del propio ayuntamiento, cuyo gobierno decía que el incremento de la delincuencia no era tal.
Una última observación del barómetro. En él, y con relación a las perspectivas de futuro para Barcelona, los barceloneses optimistas superan holgadamente a los pesimistas. Refrendemos este entusiasmo con un cambio en la alcaldía y de gobierno. Barcelona debe ser encarada en los próximos meses desde proyectos políticos de quienes se presentan a las elecciones con modelos nítidos de ciudad y propuestas rigurosas e ilusionantes que permitan dejar atrás gestiones tan equivocadas como sectarias de Ada Colau. Un debate de ciudad con un epicentro barcelonés y no centrado en el debate independentista que tanto daño nos ha hecho. Los barceloneses tendrán la palabra con su voto y confío en que, desde el optimismo del mañana, nos movilicemos en el hoy para, en breve, afirmar que sin Ada Colau, ya ayer, viviremos mejor en el 2023. ¡Feliz año!