Un cambio en Barcelona, pide Xavier Trias. Hay voluntad de cambio, señala el alcaldable de JxCat. Pero, ¿en qué consiste ese cambio? ¿Se trata de una sustitución de siglas políticas con proyectos políticos diametralmente opuestos? Esa disyuntiva es la que se plantea a pocos meses de las elecciones, con decisiones y gestos que pueden marcar ya de forma definitiva una tendencia de cara al 28 de mayo. Sin embargo, las cosas son mucho más complejas, porque está en juego todo el tablero político, el catalán y, principalmente, el español.
Y en ese terreno quien tiene la gran responsabilidad es el PSC, que cuenta con autonomía respecto al PSOE, sin que eso implique que se desentienda del proyecto en común. Los socialistas catalanes desean gobernar en Barcelona, con la alcaldía en manos de Jaume Collboni, y se emplearán a fondo para conseguirlo. Con ello ganaría el PSC y también el PSOE. Pedro Sánchez necesita la plaza de Barcelona, para constatar que la situación en Cataluña es otra, tras el proceso independentista, y que la segunda ciudad de España la puede dirigir un alcalde socialista con la vista puesta en las elecciones generales. La fuerza política que gane Barcelona ganará las elecciones municipales en Cataluña, --al margen del resultado de ciudades pequeñas y medianas, que estarán en manos de los partidos independentistas--, con la fuerza que eso dará para buscar otra victoria en las elecciones generales y autonómicas.
Pero, ¿cómo se consigue esa alcaldía? Esa es la cuestión. Lo primero es obtener más votos que el segundo, para lograr una legitimidad que permita una negociación más abierta con el resto de grupos. Lo esencial, sin embargo, es pensar en el mejor socio de gobierno que permita dos cosas que pueden ser incompatibles: un cambio de rumbo en Barcelona y no dificultar las cosas a Pedro Sánchez para intentar un nuevo mandato en la Moncloa. Es decir, ¿pueden los socialistas gobernar con Xavier Trias dejando en la estacada a los comunes, cuando éstos son imprescindibles --con un mayor o menor peso-- para afianzar una alternativa de izquierdas con Sumar de Yolanda Díaz y Unidas Podemos?
Podría ocurrir, por tanto, que se resuelva la ecuación de la elección del alcalde de Barcelona pocas semanas después del 28 de mayo, pero que la formación de un equipo de gobierno estable se demore en función de lo que suceda en la política española.
Eso, para los independentistas, hace años que tiene un nombre: el nefasto sucursalismo del PSC. Pero para los socialistas catalanes es una responsabilidad. No están solos en el mundo. El proyecto es conjunto. La cuestión es que, en muchas ocasiones, se trata de un problema casi irresoluble.
Salvador Illa trata de que esos viejos fantasmas no se reproduzcan y lo demuestra con una dura negociación con ERC sobre los presupuestos de la Generalitat. No da su brazo a torcer. Y Pedro Sánchez tampoco actúa como otros dirigentes del PSOE en el pasado. Respeta que Illa tome sus decisiones, a pesar de que ERC ha apoyado los presupuestos en Madrid. Por todo ello, por ese cúmulo de orientaciones, Jaume Collboni ha querido ser prudente. Tal vez en exceso. Y puede que necesite un volantazo en las próximas semanas para, sin dejar de ser responsable, convertirse en un claro componente de ese cambio de políticas que necesita la ciudad.
La cuestión de fondo es que Collboni es el único candidato con opciones para pactar con diversas fuerzas políticas. Puede hacerlo con Xavier Trias. O, más bien, puede aceptar con agrado los votos que le ofrecerá Trias. Pero también sabe que puede --y que podría ser recomendable--, que lo haga con los comunes, siempre que él esté en la posición de mando.
¿Es eso una renuncia al cambio de orientación de Barcelona? Los socialistas han pecado durante años de conservadores, de no dar nunca un mal paso. Pero los votantes del PSC, les guste más o menos los comunes, no rechazarían un pacto de gobierno con ellos.
Es el problema de Jaume Collboni. Pero obedece también a cómo entiende la política el PSC, para quien el Ayuntamiento, la Generalitat y la Moncloa no son compartimentos estancos. Es más, es el Gobierno del conjunto de los españoles –los catalanes entre ellos— el que más decisivo para la vida colectiva.
A Trias esas cosas no le importan. A Ernest Maragall, tampoco, aunque los republicanos han comenzado a entender la importancia de que el Gobierno central esté en manos del PSOE.