Hagan ustedes un ejercicio muy didáctico. Cojan su coche y conduzcan por las calles trufadas de nuevos radares con limitación máxima de 30 kilómetros por hora. Verán como bicicletas, patinetes y otros artefactos sin motor los adelantan sin que estos radares exclusivamente pensados para sancionar a los vehículos de cuatro ruedas les hagan ningún caso. Si usted se pasa del límite le caerá la del pulpo, pero si va en patinete o bicicleta no se preocupe de nada porque tiene patente de corso.

Nos cuentan que los radares son para preservar los entornos escolares. Cosa curiosa, el entorno escolar dura 24 horas. Me veo a los críos correteando por las calles a todas las horas del día, protegiéndose de los coches. De los otros vehículos ni preocuparse. Esos no afectan a los entornos escolares siguiendo el argumentario de la excelentísima señora Colau. Podría entender que en las horas de entrada y salida de los colegios se pusieran límites de velocidad a todos los vehículos, of course, pero durante las 24 horas se hace poco entendible. Además, parece que solo hay que proteger 17 entornos escolares con la política del radar que ha impuesto la ley del más fuerte. El resto de colegios de Barcelona no parecen necesitar protección, aunque no quiero dar ideas.

Una multa cada cuatro minutos dicen las crónicas. Y no me extrañaría, porque cumplir la limitación de velocidad a 30 kilómetros por hora es harto difícil. Lo que me fastidia es que te vendan el producto con el latiguillo de "por tu seguridad". ¡Y un cuerno! Es puro y duro afán recaudatorio y una cruzada contra los coches para erradicarlos de la ciudad. Si es por seguridad, por qué quedan al albur otro tipo de vehículos, me pregunto.

Esta sinrazón circulatoria nos ha llevado a que un 40% de los accidentes en la ciudad los provoquen patinetes y bicicletas. Y la cosa va creciendo. No hace falta ser un lince ni un avezado detective para comprobar que las normas de circulación no parecen afectarles. Se saltan semáforos, circulan por la acera haciendo caso omiso de sus carriles específicos, se convierten en vehículos o en peatones según su beatífico interés, llevar el obligatorio casco es un oxímoron y no tienen el mínimo respeto por los peatones porque el límite de velocidad de 25 kilómetros por hora que tienen asignado no lo cumplen en su mayoría. ¿Son multados? No. El objetivo son los coches, no los nuevos "salvadores del medio ambiente", que además no salvan nada porque la contaminación sigue siendo una constante. El caos circulatorio es igual a más polución. Y no voy a hacer otra pregunta... Bueno, sí. ¿Alguien controla que tengan el seguro obligatorio? Me temo que no.

Estamos ante una doble vara de medir. Ahora los conductores de los “satánicos” vehículos de cuatro ruedas, muchos de ellos ciudadanos del extrarradio que se atreven a invadir la Gran Urbe, van a soportar 17 nuevos radares. Los salvadores del medio ambiente podrán seguir a sus anchas porque en la guerra de Colau contra el coche todo vale. Incluso obliga a cambiarlo aunque la señora alcaldesa no ha previsto ningún tipo de ayuda para quienes no tienen posibilidades para cambiárselo. Esos a los que ella dice defender, pero solo de boquilla.

Barcelona necesita un cambio, eso no es cuestionable. Lo que es cuestionable es cómo se está haciendo. Sin consenso, y con la imposición como elemento central de la política. La ideología es importante, siempre, pero ésta no puede derivar en autoritarismo porque la alcaldesa debe velar por la convivencia, la comprensión y el entendimiento. Pero, no nos engañemos, estos principios con Colau no existen. Ella predica pero no da trigo, prefiere el yugo y convertir Barcelona en una ciudad insoportable. Quedan solo 111 días para poner punto y final a la Barcelona más negra de la historia. Está en nuestras manos.