Conozco a quienes compran el Financial Times para dejarse ver con él bajo el brazo, allá, en su oficina, y lo abren para que se vea que lo están abriendo, aunque no pillan ni la mitad de lo que dice. También conozco quien examina con lupa sus artículos y los lee con atención, atento a lo que dicen sus columnistas, que conoce y valora con criterio. Curiosamente, este segundo lector del Financial Times ha sido jubilado anticipadamente; sus otros lectores se mantienen en altos puestos directivos y siguen dejándose ver con el Financial Times en sus manos, intentando descifrar qué les cuenta.

Sus lectores más asiduos no dicen Financial Times, sino FT. Pronunciado en inglés, suena como decir «eftí» con la boca llena de garbanzos. El FT, como todo el mundo sabe, es una publicación prestigiosa e influyente en todo el mundo. Salir en el FT es lo más, que suele decirse, y ser noticia en el FT es todo un acontecimiento.

Pues, miren ustedes por dónde, Barcelona ha salido en el FT. Pero el FT no ha hablado precisamente bien de Barcelona, o no todo lo bien que nos gustaría.

El artículo, firmado por Barney Jopson, se titula How Barcelona lost its way, que podríamos traducir así, fieles a la intención y significado del título: 'Cómo Barcelona perdió el norte' o 'Cómo Barcelona ha perdido fuelle'. El subtítulo dice: Politics has fostered a deep sense of malaise in a city that is one of the most visited in Europe. Street crime is rising and many businesses have left. Lo traduzco como sigue: 'La política ha fomentado un profundo malestar en una de las ciudades más visitadas de Europa. La delincuencia crece en sus calles y muchas empresas se han marchado'. Bonito, lo que se dice bonito, no es. Si acaso, incómodo.

Avant la lettre, que dicen en francés, dos cosas. La primera: el FT no es precisamente un periódico de izquierdas. La segunda: el artículo no dice nada que ya no sepamos. Dicho esto, el texto se dirige a alguien que no es de Barcelona e intenta explicarle el qué. Se hace un resumen bastante razonable de cómo está el patio, se entrevistan a viejos conocidos y se afirma que Barcelona está perdiendo pistonada, que ya no es lo que era y que no sabe muy bien qué hacer ni cómo para salir del bache, mientras el periodista intenta explicar por qué.

Cuenta el FT que el problema de Barcelona estalló en nuestras narices con la astracanada de septiembre y octubre de 2017. El FT no dice astracanada, lo digo yo, pero sí deja muy a las claras que aquello fue la eclosión de un problema larvado y creado artificialmente por políticos que, cito, fomentan el malestar entre la ciudadanía. Unos políticos que, añade el FT, son incapaces de ponerse de acuerdo entre sí para que esto funcione. Tira con bala contra el procesismo, pero también contra la izquierda populista, y vamos a llamarla así, izquierda, para entendernos. Se cachondea un poco de las promesas de viviendas sociales que auparon a Colau cuando menciona esos contenedores reconvertidos en pisos de protección oficial de, vuelvo a citar, alto standing. Pura ironía.

Entrevista a empresarios y políticos. Uno de ellos, el candidato Trias, sorprende afirmando que Barcelona es ahora una ciudad limpia y ordenada, no el caos que afirman algunos, como él mismo en campaña electoral. El gato sabe más por viejo que por gato, y Trias es gato viejo. No se ha atrevido a decir en el FT lo que dice en casa, por no quedar mal.

El artículo habla de muchas cosas, como el aeropuerto, el turismo, la inseguridad ciudadana… Pasa un poco por alto por la cuestión de los superblocks, que son las superilles, sin inclinarse ni por el sí ni por el no, pero se fija con atención en las 8.200 empresas que han abandonado Cataluña desde 2017 por el clima de estupidez e inestabilidad política. La mitad de estas empresas son de Barcelona, y algunas son tan grandes como La Caixa, el Banco de Sabadell o el Grupo Planeta. El poder de decisión económico abandona la ciudad, afirma el FT, aunque también menciona que crecen las inversiones empresariales. Eso sí, crecen más en otros sitios. Tenemos playa, un buen clima, una cocina estupenda y estamos bien comunicados, pero ni así. El diagnóstico del FT es claro: o espabilamos o no sé yo.