Xavier Trias está encantado de haberse conocido. De naturaleza afable, el exalcalde enfundado en el traje de faena de candidato se deja querer. Saluda a todos y a todas, a unos y a los otros, sin reparar en sonrisas. Las encuestas han sacado a los suyos del ostracismo y está en buena posición. Se ha aprestado con Colau para hacer la pinza al candidato socialista que sigue en primera posición, aunque sea por la mínima. El candidato Trias sabe que es su última partida y va de sobrado prometiendo de todo a diestra y siniestra. No sabe muy bien por qué, pero el candidato siempre está presto a dar la razón a sus interlocutores. Es el candidato por excelencia.
En esta tesitura, se ha ido con mucho ojo para aparecer como el gran moderado. Su problema es que no está en un partido moderado. Más bien al contrario. La sentencia que cayó con todo el peso de la ley sobre Laura Borràs por corrupta y no por independentista, ha puesto negro sobre blanco la radicalidad y el extremismo antisistema del partido del señor Trias. Un partido que quiere ser la voz de la derecha, también de la extrema, y de la extrema izquierda. A esto le llaman ser transversal, pero lo que es de verdad es pasarse de rosca. Trias juega en este campo y en este partido. ¿Es la voz de la moderación? Pues va a ser que no, por varios motivos. Lo hemos visto esta semana en tres actos.
Primer acto. Foto de germanor con Fredi Bentanachs, fundador de Terra Lliure y una de las voces más radicales de Puigdemont, junto a Borràs y Ponsatí. Se ha fotografiado posando con la bandera negra, aspa blanca y estrella de cinco puntas, símbolo del independentismo más irredento y radical, el de los grupos más radicales que ensalzan a los Miquelets, los mercenarios austracistas de la guerra de Sucesión. ¿Dónde queda su moderación, señor Trias? ¿En serio se lo pueden creer los barceloneses? Para muestra un botón. En un tuit, Bentanachs pide el voto por Trias para echar a comunes, socialistas y republicanos. Todo un jarro de agua fría a los que han visto en Trias una oportunidad de cambio, y un de cinismo galopante por parte del candidato. Por cierto, Bentanachs, que estuvo en la cárcel por su pertenencia a banda armada aunque todos sus atentados fueron fallidos, también se fotografió con Puigdemont, en la Casa de la República, of course. A su álbum de fotos y declaraciones grotescas ahora añade, de forma vergonzante, a Xavier Trias. Espero, y deseo que el candidato de Junts per Catalunya nos explique su presencia en el acto de los Miquelets y nos cuente eso de su moderación cuando posa al lado de ese tal Bentanachs, que no ha repudiado nunca a Terra Lliure, aunque al ser detenido cantó la parrala delatando a sus compañeros de escamot.
Segundo acto. La vuelta de la voz más ácida del independentismo, Clara Ponsatí. Numerito para activar a los hiperventilados. Una especie de quiero, pero no puedo. O mejor dicho: puedo, pero no quiero. Siguió insinuando que si no hay muertes no habrá independencia, pero ni siquiera ella quiere ir a prisión. Si hay muertos, que sean otros. Ni siquiera hizo la perfomance en Madrid, delante del Supremo, para que la detuviera la Guardia Civil. Quizá temiera que Llarena la dejara unas horas a la sombra. Trias no estuvo en la perfomance que se pudo ver gracias a la reforma del delito de sedición que pactó ERC con el PSOE. Objetivo cumplido: meterle caña a ERC. Y Trias, sumiso. Repite y repite que tiene las manos libres. Que Carles Puigdemont le deja. Si le deja, quiere decir que le ha pedido permiso. Y si pide permiso es que le rinde pleitesía. Lo hemos visto en el retorno propagandístico de Clara Ponsatí. Pinchó la manifestación, pero allí estaban todos. Turull, Rull, Batet y, como no, Laura Borràs. Trias no estuvo pero se retrató en un tuit. O sea, manda quién manda y el abanico de posibilidades del candidato Trias es someterse sin más a un partido del que tiene todo el control el señor exiliado en Waterloo.
Tercer acto. Dura sentencia del TSJC a Laura Borràs. Trias se borró de la foto, pero se volvió a retratar en un tuit rechazando una sentencia por corrupta, insisto, no por independentista. Borràs no ha dicho su última palabra y se ha atrincherado tras la farsa de que la ha condenado la guerra sucia. Dice que recurrirá la sentencia y que no acatará lo que diga la Junta Electoral. Bueno, lo mismo que ante el caso Juvillà. Pero, ciertamente, lo único que es sucio es lo que hizo en el Institut de les Lletres Catalanes. El candidato Trias no ha dicho una palabra crítica. Se ha limitado a bailarle el agua y a acatar las consignas de Junts, su partido.
Al lado de Bentanachs, Ponsatí y Borràs, Trias se ha retratado y su supuesta moderación es un cóctel de agua de borrajas. No puede estar en misa y repicando. Una cosa es ser transversal y otro blanquear al radicalismo recalcitrante e intolerante, capaz de insultar incluso a aquellos independentistas que no les siguen sumisos. Si sigue así, al moderado candidato se le va a hacer la campaña muy larga. Quedan menos de dos meses pero les auguro más meteduras de pata, porque a un candidato se le presume firmeza y solidez, rechazando apoyos que provocan más rechazos y complicidades. Trias empieza a ver los cisnes negros. En una semana, Bentanachs, Ponsatí y Borràs.