Una mujer con una estelada, pero pegada al cuerpo. Ella misma se da cuenta que se ha equivocado de Diada. Un chico se lo advierte con la mirada. Y ella prosigue el paso, a la altura de la calle València con paseo de Gràcia. Busca las paradas de libros, aunque es realmente complicado acceder. Es Sant Jordi. Un día de fiesta. Y a pocas semanas de las elecciones municipales. Se habla de urbanismo táctico, de la cantidad de obras –molestas, pero para algunos esperanzadoras—que están en marcha en la ciudad. Se discute sobre cómo se puede hallar alguna solución al problema de la falta de vivienda asequible y se muestra la preocupación por el cambio climático, la falta de agua y de espacios verdes. Esa es la realidad, hoy, en Barcelona.

La ciudad acaba de asistir a un acto que también se acerca mucho a la normalidad. Los dos conciertos de Bruce Springsteen son una prueba. Una ciudad que está en el mundo, ¡y de qué manera!, con Obama o Spielberg entregados al autor de The River. Resultan un tanto ridículos los comentarios sobre las referencias del rockero a Catalunya. Algunas voces destacan que el ‘Boss’ hizo un guiño al nacionalismo catalán, con el que estaría familiarizado por su conexión histórica con Pete Seeger, al que rindió homenaje en un concierto en Barcelona en 2006. Seeger fue un referente del folk norteamericano, y actuó en Barcelona en un lejano 1971, introducido por Raimon, cuando el contexto era muy distinto y se luchaba por la democracia. Pero queda extraño que se puedan realizar interpretaciones atrevidas. En todo caso, muestra la ansiedad de una parte todavía inquieta que se agarrará a un clavo ardiendo para demostrar que no habrá normalidad hasta que no se admita el derecho de autodeterminación --¿de verdad lo tiene?—de Catalunya.

Serán los menos, porque la mayoría ya se ha instalado en la normalidad, que podría rubricarse en la noche del 28 de mayo. Aunque Xavier Trias debe demostrar que sabrá imponerse –si toca—a los pre-políticos de su partido, JxCat, él sabe que los cuentos se han acabado. No digamos el socialista Jaume Collboni, que tiene claro que su valor es asegurar esa normalidad. Los comunes sólo quieren mantenerse en el Ayuntamiento y ayudar a Yolanda Díaz con el nuevo movimiento llamado Sumar. Y el republicano Ernest Maragall sólo tiene que mirar al otro lado de la plaza Sant Jaume para comprobar que lo que se impone es la ‘normalidad’.

Lo apuntó el abogado y financiero Javier Faus, en las jornadas Desperta BCN! que organizaron la pasada semana Crónica Global, Metrópoli y EL ESPAÑOL. “Se vislumbra esa normalidad”, señaló, con la esperanza de que se trabaje de forma definitiva por la ciudad, con el concurso del sector público y el privado. Hay retos comunes para todos, con el objeto de que Barcelona se consolide como una de las grandes ciudades globales y ello se pueda compaginar con la atención a problemas graves como es la vivienda asequible, principalmente para los más jóvenes.

Poco a poco, aunque ese proceso se puede acelerar de forma significativa, la ‘normalidad’ se acerca a Barcelona, sin populismos y sin sueños esotéricos. Aunque algún despistado o despistada --¿por qué en esas concentraciones independentistas de gente mayor hay más mujeres que hombres?—porte una estelada en el día de Sant Jordi.