De algunos extranjeros que viven en Barcelona, sabemos perfectamente a qué han venido: básicamente, a incordiar, a meterse donde no les llaman y a envenenar un poco más el ambiente político local, ya de por sí bastante enrarecido. Me refiero a esos columnistas y activistas que, venidos de donde sea, se han creído que son catalanes y han optado por sumarse al independentismo. Yo creo que somos muy tolerantes con ellos, pues los considero carne de deportación. Vamos a ver, si a mí me diera por instalarme en Cardiff y sumarme al movimiento independentista galés, ¿cuánto tardarían las autoridades del Reino Unido en declararme persona non grata y echarme a patadas del territorio nacional? Intuyo que no demasiado. En ese sentido, España, país fascista y racista, como todo el mundo sabe, da muestras de una extraña tolerancia.
Pero hay otros extranjeros que, dejando aparte su posible relación con el lazismo, dan la impresión, por lo mal que les sale todo, de que se han equivocado al instalarse en Barcelona. Mi favorito es el italiano Nicola Pedrazzoli, empresario del audiovisual criado a los pechos de Silvio Berlusconi en Mediaset, que controla actualmente 8TV, canal que el conde de Godó le vendió en el 2021 por la módica suma de diez millones de euros (aventura en la que le acompaña, incomprensiblemente, Borja García Nieto, que es un tipo muy simpático, como comprobé el día en que me lo presentó mi amigo Alfonso de Vilallonga en un jolgorio doméstico, pero que está considerado por los lazis un avieso españolista y, además, es del PP y del Opus Dei. Borja, amigo, ¿qué haces ahí?). La 8TV del señor Pedrazzoli va de pena en cuestiones de audiencia y sus fichajes procesistas no le cunden nada: Vicent Sanchis, Pilar Rahola, Eduard Pujol llenan programas que no ve nadie, y ahora se nos anuncia el portentoso fichaje de Justo Molinero… Parece que la intención de Pedrazzoli era fabricar un canal súper lazi, como si la parroquia no tuviera bastante con TV3 y el programa de Xavier Graset Mes 3/24, pero la jugada no ha podido salir peor. Hasta el punto de que el peculiar empresario italiano aspira a venderle sus dos otras licencias (Barça TV, que en paz descanse a partir del mes que viene, y Fibracat, que no llegó viva al año en curso) a El Toro TV, la voz de Vox, y RED, el canalillo de extrema izquierda de Pablo Iglesias, señal de que la coherencia ideológica no es el fuerte del amigo Nicola.
Bueno, en realidad nunca lo ha sido. Recordemos que empezó en el Canal 50 de Sabadell, donde ejerció de filo sociata a finales del siglo pasado y trabó amistad y compadreo con el alcalde Manuel Bustos, hombre de una moralidad no precisamente intachable que, eso sí, le soltó 900.000 euros entre 2005 y 2012 por el programa Sabadell opina. Luego pasó del socialismo al independentismo cuando se puso al frente de Canal Català, donde, por lo menos, tenía un programa de debates que funcionaba, más o menos, Catalunya opina, dirigido y presentado por un fraile disfrazado de persona normal. Tras el cierre de Canal Català, nuestro hombre se fue una temporadita a Estados Unidos, volvió y se acabó quedando con 8TV, supuesto abanderado del independentismo más desacomplejado que lleva camino de convertirse en otra ruina.
Un hombre capaz de transitar del entretenimiento mamachicho al prusés, pasando por los sociatas de Sabadell, tiene muchas papeletas para ser tildado de oportunista, pero le sale todo tan mal que, francamente, da cosa cebarse con él. De todas maneras, yo diría que eligió un mal día para instalarse en Barcelona.