Con más de cien años de vida, el Salón del Automóvil de Barcelona, rebautizado Automobile, ha sido, como siempre, un éxito de crítica y público. En esta ocasión, junto a los últimos avances y novedades de la industria automovilística mundial, se ha rendido un homenaje a los 70 años de Seat. Esta coincidencia ha aportado al Automobile una potente carga sentimental por todo lo que supuso y supone la marca en Barcelona y en las carreteras españolas. Porque la historia de Seat es también la historia de Barcelona.

La factoría nació en aquella de tierra de nadie (Donde la ciudad cambia su nombre en la novela de Francisco Candel, 1957). Era la Zona Franca. Y el edificio de oficinas de Seat, frente al que se construyó un gran escalextric sobre la plaza Cerdà, fue el símbolo de la entrada o salida de Barcelona, desde o hacia Castelldefels, según se mire. Aquel 1953, Seat fue el emblema del desarrollismo y de una embrionaria sociedad de consumo.

La exposición de modelos históricos de Seat en el Automobile, así como la colección y el taller de restauración en su museo de la Zona Franca, son apelaciones a la memoria colectiva de una población que renegó de las bicicletas (para volver ahora a ellas como objetos de lujo para ecopijos que también fabrica Seat).  Entre las muchas cosas que ha aportado la marca hay nombres sugerentes para cada época y cada generación. Desde el iniciático 1400 hasta el León, los hubo tan modernos y europeizantes como el Seat 850 Sport Spider, el Seat 124 Sport Coupé, el Seat 1200 Sport “Bocanegra”… Después, Ritmo, Fura, Panda… “Por la raja de tu falda,
yo tuve un piñazo con un Seat Panda”, cantan los hermanos Muñoz de Estopa. Más adelante, los nombres de ciudad: Ibiza, Ronda, Arona, Córdoba, Alhambra, Tarraco, Toledo…

Todos ellos sucesores del primer 1500 y del legendario 600. El más pequeño y más familiar, con padres, hijos, abuelos y suegras en su interior. Poco confortable para hacer el amor. Con puertas a contraviento que a veces salían volando. Ambos han merecido tratados sobre su diseño, motor, velocidad, anécdotas… Quedan en la memoria de los profanos aquellos primeros 1400, una especie de tanques negros que fueron coches oficiales, taxis y coches de nuevos ricos. Y los 1500 transformados en ambulancias, patrullas del 091, coches de bomberos y vehículos funerarios. Más allá de aquellos tesoros o trastos, según gustos y vivencias, en la Seat de Barcelona emergió el movimiento obrero más reivindicativo, y la policía transportaba a los detenidos a bordo de los 1500 fabricados por ellos mismos… 

El Automobile y el homenaje a Seat han servido para recapacitar sobre qué serían Barcelona y su más allá sin la gran empresa internacional que se ha expandido por Martorell y El Prat, con su centro de tecnología digital y la Casa Seat en el corazón de oro de la ciudad. A pesar de un consistorio hostil a los automóviles. El año 2000, el eslogan publicitario de la marca fue “Autoemoción”. Acertó. Y así continúa y continuará para rabia y envidia de autoridades municipales que solo se emocionan con sus coches oficiales y los lujosos modelos de sus parejas.