Mi imagen favorita de las recientes elecciones municipales en Barcelona es la de Xavier Trias i Vidal de Llobatera, el ganador (a los puntos), dirigiéndose a sus leales, mientras detrás de él, cuál buitre carroñero, se le ha incrustado la plana mayor de Junts x Puchi, el partido al que en teoría pertenece, pero al que se ha pasado toda la campaña ignorando y dando esquinazo: La geganta del pi, el zote de Albert Batet, el iluminado Turull… Todos intentando adjudicarse parte del éxito del señor Trias, sin querer reconocer que este se debe, en cierta medida, a no haber dicho ni mu de la independencia de Catalunya durante las semanas previas a la jornada electoral. 

El procesismo se ha llevado una bofetada de las que hacen historia entre los votantes que se sienten traicionados por sus amados partidos y los que han visto la luz, se han dado cuenta de que la independencia no es precisamente inminente y han votado a otros (la mayoría se ha quedado en casa, dando muestras de una actitud muy española: ¡Allá se las compongan!). No le ha ido mejor al resto del lazismo: ERC se ha llevado lo suyo y la CUP ha desaparecido casi por completo de los municipios catalanes. Y, sin embargo, ahí estaba la pandilla basura de Junts haciendo como que habían ganado porque Trias es, en teoría, uno de los suyos. Intuyo que Turull y sus leales hubiesen agradecido un discurso enardecido del triunfador de la jornada, diciendo que la alcaldía de Barcelona era el primer paso de la reconquista lazi, que ahora sí que la ciudad iba a ejercer de capital de Catalunya y que el prusés estaba más vivo que nunca. Pero no. La primera en la frente: con los buitres detrás, Trias soltó su discurso habitual de los últimos tiempos; o sea, que él quiere ser el alcalde de todos, hablar y pactar con todo el mundo y trabajar como un afroamericano para que Barcelona vuelva a ser rica y plena (y con un ojo en la taquilla y en los negocietes, añado).

En ese sentido, el presunto triunfo de Junts en las municipales no solo es meramente aparente, sino que su supuesto candidato va a su bola, se declara convergente de los de antes, de los de Pujol, hace como que no acaba de formar parte del partido de Puigdemont y, sobre todo, no verbaliza ni la más mínima referencia a la independencia de Catalunya. Y con lo bien qué le han salido las cosas, a ver quién es el guapo que le recuerda sus obligaciones con la patria y con el exilio.

Todavía no está claro que el doctor Trias i Vidal de Llobatera llegue a empuñar la vara de alcalde de su ciudad (que es la nuestra). Tendrá que pactar con alguien para conseguirlo y no está claro que se incline por las fuerzas procesistas: el gregario seguidor de Jordi Pujol se ha convertido en un verso suelto de la post convergencia y puede salirnos por donde menos lo esperemos. Si le acaban haciendo la cama entre los partidos perdedores, se irá a casa y adiós muy buenas, que ya tiene una edad. Pero no está claro con quien pactará para auparse al súper sillón municipal. Es lo que tienen los empates.

A diferencia de la cercana Badalona, donde García Albiol lo ha petado y se ha hecho con la mayoría absoluta, Barcelona se ha dividido en partes prácticamente iguales entre Trias, Collboni y Colau, pero un tripartito entre las formaciones políticas más destacadas es imposible: Trias detesta a Colau, Colau desprecia a Trias y Collboni es el único que parece dispuesto a pactar con cualquiera de los dos para pillar cacho (aunque las relaciones con su jefa hasta hace cuatro días están muy deterioradas, por usar un término suave y rayano en el eufemismo).

En Junts x Puchi, evidentemente, apoyan a Trias (¿qué remedio les queda?), pero espero que se hayan dado cuenta de que no es exactamente uno de los suyos: hubo que tirar de Trias porque a Elsa Artadi le entró el pánico escénico, o judicial, y se dio a la fuga hacia la empresa privada. Si creen que han ganado las elecciones municipales en Barcelona, deberían matizar un poco la alegría que exhibían el otro día, cuando se situaron cuáles aves carroñeras detrás del vencedor de la contienda, alguien muy capaz de poner en marcha la sociovergencia con Collboni y echar unas cuantas paletadas de tierra más sobre el féretro del prusés. Como dicen los anglosajones, wait and see.