Calle Santaló. Una estelada enorme. No es una anécdota. Más vecinos la exhiben. También en la calle Modolell. Es cierto que no es hegemónica en el vecindario, pero resulta llamativo. En muchos edificios de las zonas más adineradas de Barcelona se pudieron ver esteladades por todo lo alto en los momentos más álgidos del proceso independentista. En paralelo, los dirigentes de los partidos que lo promovían, entre ellos Convergència Democràtica de Catalunya, señalaban que se tratata de un movimiento “popular”, que presionaba a sus élites, porque el pueblo catalán quería decidir su futuro. Nada más alejado de la realidad.

Esos vecinos de Barcelona jugaron con el procés, hasta que les pareció que podía ser peligroso. ¿Ideología concreta? Ninguna, más allá de la defensa de sus propios intereses. Pero presentaron armas: había que defender el derecho a la autodeterminación, porque ‘Madrid’ había esquilmado durante años a Catalunya, con la falta de inversión crónica, concentrando todos los recursos en la capital de España. Ese era el argumento. 

Ahora, los mismos que abrazaban la estelada, aunque siempre se tomaron las cosas con cierta distancia y relatividad, han votado a Xavier Trias para iniciar una nueva etapa que deje atrás a los comunes de Ada Colau. Y han ganado. ¿Son independentistas? No, para nada. Lo que temían es que pudiera repetir Colau. Y se muestran exultantes, aunque saben que Trias tendrá muchas dificultades, si acaba siendo alcalde, y reclaman un socio que pueda complementar las políticas del veterano ex convergente.

Es lo que ha sucedido en la ciudad. Muchos de ellos optaron por Manuel Valls en las anteriores elecciones. ¿Es una contradicción? No, se trataba de un cambio, de alguien que pudiera liderar la ciudad con una querencia clara por el desarrollo económico. Lo que sucedió es que Valls, marcado por su experiencia francesa, con un claro rechazo al nacionalismo, prefirió a Ada Colau que al republicano Ernest Maragall.,

Pero cuando Xavier Trias presentó su candidatura ya no había dudas. Era el candidato perfecto para dar la réplica a Ada Colau.

Sin embargo, ¿qué sucederá ahora? Xavier Trias no fue nunca independentista, pero brindó la ciudad al independentismo durante su mandato, consciente de que no podía ir contracorriente, ni enfrentarse a su propio partido. Puede ser alcalde, y tiene las ideas claras sobre lo que debería hacerse en la ciudad, aunque haya estado desconectado en los últimos años. Pero ¿cómo evolucionará su propia formación política? ¿Merece un partido que ha jugado tanto con la sociedad catalana en los últimos diez años gobernar la capital catalana, que es un resorte de poder de primera magnitud?

En la política no hay cuestiones justas o injustas. Suceden, y hay que gestionarlas. La reflexión de fondo, sin embargo, atañe a la cultura política de una ciudadanía que –criticando a sus políticos—juega más si cabe que los dirigentes a los que suele censurar. Es la frivolidad de muchos ciudadanos que apuestan por una cosa y la contraria en breves instantes. Y la responsabilidad hay que pedirla en varias direcciones, no sólo hay que reclamarla al dirigente político.

Cuando en las instituciones se produce el bloqueo político, --y aunque hay fórmulas que permitirían superarlo, como la constitución de grandes coaliciones—hay que mirar al conjunto de la sociedad. Y en Barcelona muchos vecinos y vecinas, que desplegaban la estelada porque estaba de moda y quedaba muy 'guai', han resultado ser unos frívolos de campeonato.

El primero, el propio Trias, cuando dejó hacer a los suyos, siendo alcalde. Pero en breve podría volver a ejercer el mando en la ciudad. Las cosas son así. Hubo un 'independentismo' de cartera. Hubo independentistas de salón, para presionar y buscar qué se podía conseguir. Y, una vez todo fracasó, optan por un buen representante. Es lo que ha pasado en Barcelona, que este sábado, previsiblemente, tendrá un nuevo alcalde: Xavier Trias.