La pregunta del título es retórica, claro. Xavier Trias espera los resultados de las elecciones generales del día 23 antes de dejar la concejalía del Ayuntamiento de Barcelona que ganó el 28 de mayo. La cuestión está en saber cómo puede afectar el 23J a su vuelta a casa, tantas veces anunciada por el exalcalde durante la campaña de las municipales en el supuesto de que no ganara.
Cuando Trias anunció que encabezaría la lista de JxCat aseguró que sería “su" candidatura y a su estilo, añadiendo para sorpresa de no pocos que lo hacía para volver a ser alcalde y que si no lo conseguía se iría a su casa “al segundo siguiente”, una metáfora con la que subrayaba sus objetivos y su decisión irrevocable de regresar a la plácida jubilación patricia de que había disfrutado desde 2015.
Todos tenemos aún fresca en la memoria la reacción pueril del propio Trias y de su compañero de gobierno de coalición frustrado Ernest Maragall tras conocer que el PSC, Barcelona en Comú y el PP habían decidido ponerse de acuerdo para hacer alcalde a Jaume Collboni.
Aquel sorprendente e ingenuo que els bombin daba a entender que Trias mantenía su palabra, que se iba. Pero al poco precisó que donde dije digo, digo Diego, y que en realidad dejaría el escaño durante la legislatura, que no agotaría los cuatro años; quizá llevado por el deseo de hacerle la vida difícil a Collboni.
No ha querido precisar más. “Tengo que hablar con mi grupo”, ha dicho. Pero la realidad es que quiere colocar como sucesor a la segunda o al tercero de su lista, aunque sabe que la última palabra es de Carles Puigdemont, sin cargos en JxCat pero verdadero jefe del partido. Trias confía en que pueda dejar algo de su legado, de sus esfuerzos por recuperar el espíritu convergente que Artur Mas sepultó con el procés, y reunificar el nacionalismo conservador.
Desde Waterloo y con solo un tuit, Puigdemont acabó con las primarias que podrían haber llevado a Jaume Giró a la cabeza de la lista de JxCat el 23J y se la entregó a la hiperventilada Miriam Nogueras. Nada de posibilismo ni de realismo, nada de contribuir a un proyecto político. Puigdemont es prisionero de su propia suerte, que le lleva a vivir en la confrontación, por lo que designará a un insensato/a para sustituir a Trias.
El llamado robo de la alcaldía debería haber servido como lección de realismo político para Trias, pero da la impresión de que todavía no se la ha aprendido.