Toca pagar las ocultas consecuencias de estragos cometidos por Colau y compañía en transporte público, turismo y seguridad. De tan progresistas y ecologistas como decían ser, compraron decenas de autobuses eléctricos que no funcionan porque no tienen puntos de carga. La visionaria exalcaldesa de Barcelona prometió que la ciudad no sería para turistas ricos. A cambio, ha logrado atraer a turistas de bajo coste, cada vez más vandálicos y agresivos que campan a sus anchas sin que la Guardia Urbana lo impida.

Lo de los autobuses sin estrenar por falta de enchufes es un escándalo que pasará a la historia internacional de la incompetencia y del ridículo. La única verdad que dijeron los responsables de TMB es que no contaminan. Pero callaron que, además de por sus múltiples defectos, es gracias a que no circulan  y se deterioran en las cocheras de la Zona Franca. Millones malgastados por comenzar la casa por el tejado en aras de la propaganda, la imagen y la demagogia. Mientras, aún prestan servicio autobuses con más de veinte años.

Paradójicamente, en la plaza Cataluña hay estacionados autobuses de los años setenta que aún funcionan desde antes del nacimiento de Colau. Están allí para rodar la película 'El 47'. Trata sobre el conductor y los vecinos de Torre Baró que secuestraron un autobús para reivindicar que llegase alguno a aquel barrio dejado de la mano de todos los alcaldes hasta 1978. Ahora, el V19 pasa por el Turó de la Rovira, El Carmel, La Salut y el Guinardó cargado de turistas agresivos que van al Park Güell y a los búnkeres, lugar conflictivo donde la policía local no actúa. Así, sus jefes ayudan a reforzar la falacia comunera de que el turismo malo y perjudicial es el de los cruceros.

Que TMB ha sido siempre un ente inoperante y cargado de problemas es incontestable. Cuando no son huelgas más o menos salvajes, son directivos incompetentes especializados en acabar de desarreglar lo ya desarreglado. Puerta giratoria de una canonjía con más enchufes y enchufados que los autobuses eléctricos, los directivos encabezados por el consejero Gerardo Lertxundi cobran más de cien mil euros anuales. Sobredimensionada con más de 8.000 empleados, 150 de ellos se dedican al márquetin y la propaganda de un negocio presentado con los tópicos de accesible, solidario, sostenible… Pero el 2020 la empresa ya acumulaba unas pérdidas de más de 114 millones de euros. En su página web se publicitan sus gestos destinados a educación, cultura y publicaciones de autobombo. Gestos de cara a la galería que poco tienen que ver con los pasajeros transportados, hacinados y perjudicados por retrasos, incidencias, turistas y mala información.

Muchos años antes de la fundación de TMB, el humorista Jaume Perich fue censurado, condenado y multado por dibujar en El Correo Catalán a un tranviario mal afeitado, malcarado y fumador. Ahora, la censura la ejercen los responsables de TMB, que no facilitan información a la prensa cuando se les pregunta sobre el escandaloso caso de los carísimos autobuses eléctricos sin enchufes y dirigidos por enchufados.