Se acabaron las vacaciones. Para la mayoría del equipo de gobierno de Barcelona, muy cortas. Para otros no tanto. Esta semana empieza la política. Primero las fiestas de Gràcia, luego Sants y sin darnos cuenta estaremos en la Mercè con un nuevo gobierno en Madrid. O no. ¡Vaya usted a saber! También esta semana veremos si la cosa avanza. El jueves se constituye el Congreso de los Diputados y se elige la Mesa. Además de los bailes de nombres, una vez Meritxell Batet se ha retirado de la carrera para hacer menos “trágala” a Puigdemont votar un presidente socialista, veremos qué hará el expresidente. ¿Se imaginan que los junteros se votan a ellos mismos? Resultado: caos, porque la derecha y la izquierda estarán empatados a expensas de Coalición Canaria. O sea, que en esta semana se da el tiro de salida al curso político.

El alcalde Collboni lo sabe y lleva semanas hablando y escuchando para saber cómo formalizar su gobierno municipal. Los concejales socialistas son pocos para dar estabilidad al ejecutivo barcelonés, sin duda. Ya se encargó de señalarlo Ada Colau en su única aparición pública. Una entrevista para recordar que los comunes están a disposición. Nueva pregunta. ¿La exalcaldesa está en disposición? Lo digo porque después de dejar la vara municipal ha dejado un páramo. Desapareció de la campaña de las generales y ha estado ausente, una palabra amable.

Su legado sigue ahí. Cementiris de Barcelona es un coladero de robos, gran herencia del concejal ahora diputado Eloi Badia. El nuevo equipo municipal ha puesto en barbecho algunas de sus polémicas actuaciones viarias. La Barceloneta es un nido de okupas playeros. Unos por obligación, y otros por no pagar hoteles. En fin, dar la vuelta a Barcelona será un dolor de cabeza. Se necesita un gobierno más fuerte, pero que sea con los responsables del empequeñecimiento de la ciudad se hace difícil de asumir.

Buenas noticias también las hay. Por ejemplo, la cadena McDonalds celebrará su encuentro anual, el primero fuera de Estados Unidos, en Barcelona. Gran noticia, sobre todo, porque no estaremos obligados a comer sus hamburguesas, pero la presencia de más de 15.000 trabajadores, proveedores y regentes de los restaurantes de esta marca serán un revulsivo.

Por tanto, manos a la obra. ERC parece estar dispuesta a escuchar. Su entrada, casi por la puerta de atrás, en el gobierno de la Diputación de Barcelona hace pensar que los republicanos quieren formar gobierno en Barcelona. Solo con ellos, deseable pero imposible. Los números no salen. Que se lo pregunten a Xavier Trias, que lo sabe bien. El líder de los junteros se va. Dice que se va. En dos meses dijo en julio. Si se va Trias, se abre otro melón. La entrada en el ejecutivo de los junteros ya sin líder de facto, porque ninguno de los concejales puede asumir este calificativo. Quizás sea una manera de jugar en el tablero institucional que dejaron varado tras las municipales con el anticipo de su salida del Govern. Un pequeño detalle, un pacto con Junts -que mucho tendrá que ver con lo que pase en Madrid- no haría necesaria la presencia de los comunes.

Sin duda, el alcalde debe cuadrar un sudoku endemoniado, pero necesario. Barcelona ya ha perdido ocho años. No puede permitirse ni un minuto más y los problemas se agolpan aunque en estos dos meses, escasos, hemos visto ya un cambio de formas. Ahora ya toca poner aguja al hilo.