El pasado 9 de agosto, un periódico inglés, The Telegraph, publicó un artículo de Anthony Peregrine que causó cierto revuelo. El hombre había estado en Barcelona y se había llevado un disgusto, que luego les contaré.
El artículo comenzaba con un resumen de los principales atractivos de la ciudad, que enumeraré a continuación. El primero, su posición de liderazgo en la sobrevaloración de futbolistas. El segundo, tener (cito) "la catedral más fea del mundo, la Sagrada Familia, que parece una iglesia normalita, pero hecha de una cera que se derrite". En eso, me permiten el inciso, comparte opinión con George Orwell en su Homage to Catalonia, cuando se pregunta por qué los anarquistas barceloneses no dinamitaron una catedral tan espantosa en los primeros meses de la Guerra Civil. El tercer mérito de la ciudad, sigamos con lo dicho por el señor Peregrine, es el movimiento independentista catalán, que, asegura, "es tan irritante como el vasco o el escocés".
Quedó descansado el señor Peregrine, ya ven. El artículo levantó algunas ampollas y no faltaron voces acusando al señor Peregrine de todo menos guapo. ¿Quién se había creído para afirmar que la Sagrada Familia era la catedral más fea del mundo? ¡Por favor! Pero, y eso me resulta curioso, nadie dijo ni mu sobre los dineros que se gasta el F. C. Barcelona en las cosas del fútbol o lo irritantes, sumamente irritantes, que son los independentistas catalanes.
Sin embargo, el artículo iba de otra cosa. Esto era apenas la introducción. El señor Peregrine tiraba con bala contra nuestra reputada hostelería. Barcelona, decía, es hogar de muchos restaurantes "donde un Manuel cualquiera puede servirte un vino de 150 libras esterlinas la botella", que al cambio son 175 euros y pico.
El Manuel del que habla el señor Peregrine es ese emigrante tan torpe que trabaja en el hotel Fawlty Towers, en la serie de la BBC de 1975 que lleva su mismo nombre. Conocemos la serie porque la emitió TV3. Pero en la versión catalana de Fawlty Towers Manuel hablaba español y era de México. En la versión original de la BBC, Manuel era ¡de Barcelona! Quien recuerde la serie, comprenderá por qué he dicho que el señor Peregrine tira con bala contra los restaurantes barceloneses. Dice explícitamente que su calidad está sobrevalorada.
A ver, que al señor Peregrine le dio una verraquera porque quería comer solo en un restaurante con terraza y el Manuel de turno le dio un disgusto. Éste le dijo que solo no, ni hablar, que no servían mesas para un solo comensal en la terraza. El señor Peregrine probó suerte en otras terrazas. En una le dijeron que, si se zampaba todo en menos de veinte minutos, sí, pero si pensaba deleitarse con la comida y el paisaje, ya podía buscarse otro sitio. Total, que el señor Peregrine no pudo disfrutar de "uno de los más grandes placeres de esta vida", que es comer solo y en paz mientras se hace el interesante. Donde las dan, las toman, y de ahí el tono del artículo.
El señor Peregrine cita París y Nueva York como grandes ciudades donde el comensal solitario es mimado por los restauradores, pero en Barcelona "la pela és la pela" y aquí venimos a sacar rendimiento de una mesa. El señor Peregrine no cuenta nada nuevo. El viajero solitario está condenado a pagar más por todo, eso lo sabe cualquiera. Y que hay restaurantes de Barcelona que, en temporada punta, no quieren clientes solitarios, también.
Pero se queda corto, porque hay sitios donde consideran que por pedir sólo un café no tienes derecho a terraza. Como también son legión los locales en los que te echan de la terraza pasados veinte minutos porque así dejan paso a una nueva consumición. Por suerte, todavía no te piden dinero para usar el lavabo, pero todo se andará. Es lo que tiene ser un destino turístico tan solicitado. La guerra entre ocio y negocio ha provocado la verraquera del señor Peregrine. Hemos apostado por el negocio, cuando nuestra cultura mediterránea pide a gritos el ocio. Un ocio que la RAE define como "diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque éstas se toman regularmente por descanso de otras tareas".
Aquí lo dejo, pero el artículo del señor Peregrine sirve también para reflexionar sobre el papel de la prensa en nuestras vidas. No se crean todo lo que lean en un periódico y menos si es una columna de opinión como ésta o la del señor Peregrine. A modo de ejemplo, la Sagrada Familia no es la catedral más fea del mundo porque no es una catedral.