Barcelona sigue buscando su camino, una ruta singular que la afiance en la liga de las grandes ciudades globales. El turismo es uno de sus motores, como se ha podido comprobar este verano. Aunque la afluencia turística en la costa no ha colmado todas las esperanzas, en la ciudad de Barcelona, en cambio, ha sido notable. A las buenas cifras se debe añadir el incremento en el gasto, producto, también, de la subida de precios. Y eso debe –o debería—repercutir en el conjunto del sector: para los hoteleros, y los trabajadores relacionados con la industria, y para los propios barceloneses residentes.

La ciudad tiene otros motores. El tecnológico es otro de los importantes, con un ecosistema de startups de primera división. Y también el sector de la biotecnología destaca en la capital catalana, como uno de los centros europeos de mayor dimensión y prestigio.

Barcelona, sin embargo, no se ha sentido a gusto con ella misma en los últimos años. Existe una percepción negativa sobre su oferta cultural. Frente a la otra gran ciudad de España, Madrid, la capital catalana se ha visto a sí misma como el patito feo, como una urbe de menor ambición, que se debía conformar con un consumo interno modesto. Y no han faltado las críticas de esos propios ‘consumidores’ sobre una oferta cultural cada vez con menos altura, con un talento reducido.

Sin embargo, las cifras dicen otra cosa. Y es necesario destacarlas para saber qué sucede en la ciudad. Una de las señas de identidad de Barcelona es el teatro. Lo señaló de forma jocosa el entrenador Mourinho, que se enemistó con el F.C.B., en su etapa como ‘míster’ del Real Madrid. Decía el portugués que el Barça hacía “teatro del bueno”, y que la ciudad era conocida por esa buena producción teatral. El entrenador le daba una connotación negativa, al entender que el club catalán volvía a caer –como en sus peores tiempos—en el victimismo.

Pero el culto entrenador de fútbol sabía lo que decía. En Barcelona hay buen teatro, buenas escuelas de actores y actrices y empresas sólidas que ofrecen espectáculos de calidad y rentables. Y en la temporada pasada, y justo cuando se abren los telones en los teatros de cara a la nueva temporada, lo conseguido es digno de admiración: los teatros consiguieron atraer a 2,8 millones de espectadores en la temporada 2022-2023, con una recaudación récord de casi 85 millones de euros. Son los datos que ha ofrecido Adetca, la Associació d’Empreses Productores de Teatre.

Se trata de la segunda mejor temporada, solo superada por la de 2011-2012. Los motivos que explican ese éxito son múltiples: la potencia de la cartelera, la efervescencia de nuevos talentos y la recogida de frutos de un sistema teatral en constante evolución, según la presidenta de Adetca, Isabel Vidal.  El total de espectáculos fue de 1.072, con 12.503 funciones y una ocupación del 60%, lo que supone seis puntos por encima de la temporada anterior.

¿Hay pluralidad en esos espectáculos? El 42% de los espectadores vieron obras en lengua catalana, lo que desmiente que toda la producción teatral se haga en catalán. El 54% de los montajes tuvieron autores catalanes, por el 20% de autores del resto de España, y el 26% extranjeros.

El gran hecho diferencial entre las carteleras de Madrid y Barcelona es que en la capital española se apuesta más por los musicales, que arrastran a mucho público itinerante. Pero en Barcelona el género musical no se ha dejado de lado. Entre los espectáculos con más público figuran Grease, el musical, o Pretty Woman’ y también El Mago Pop, que ha triunfado en Nueva York este verano.

¿Barcelona ciudad teatral? Lo es, junto con otras ofertas. ¿Hay recorrido para superar esas cifras? Es lo que ahora todo el sector debe asumir y dejar claro que la ciudad tiene ambición, que no se conforma, que aspira a ser un verdadero referente. ¿Turismo? ¡Claro! Pero también tecnología, nueva industria, educación, biotecnología e innovación, y mucha y buena oferta cultural. Todo ello es lo que caracteriza a una gran ciudad, a una urbe global que se ve condicionada y obligada a atraer y gustar a una heterogeneidad de públicos. Es lo que, en todo caso, debemos reclamar.