Meritxell Batet ha dicho que ahí os quedáis. Contraria a la negociación de la amnistía de la que tanto se habla, el PSOE la ofreció a los independentistas como chivo expiatorio y fue sacrificada en el altar de las negociaciones. Recordemos que fue cabeza de lista del PSC por Barcelona. Obtuvo una clara victoria en votos y escaños en las últimas elecciones al Congreso y el Senado. Así se lo agradecen y así devuelve ella la pelota, retirándose del todo. Ahí os metáis la amnistía por donde os quepa, y otras cosas. El caso recuerda tanto a lo que hizo Aznar con Vidal-Quadras buscando el apoyo de Jordi Pujol que es imposible evitar la comparación.

Tengo la impresión de que muchos votantes de la izquierda no nacionalista en Cataluña están por imitar a la señora Batet. Unos, por hastío; otros, por vergüenza; muchos se habrán sentido traicionados, defraudados, burlados, ofendidos u olvidados. Inclinarse hacia la izquierda y no ser nacionalista es hoy, en Cataluña, un desengaño tras otro, un sufrir. Si me preguntan, les diré que todo esto me parece un despropósito monumental. ¡Lo vamos a pagar muy caro!, me lamento. Pero mejor no pregunten.

Porque no doy una cuando hablo de política, de verdad que no. Me dejo llevar por lo que veo y lo que me cuentan gentes de a pie, no por tantos expertos. No tengo chivatos que,
desde los escaños de uno u otro parlamento, me cuenten chismes y secretitos. Me equivoco como el que más. En resumen, mi fiabilidad predictiva es comparable a la de cualquier tertuliano famoso de prensa, radio o televisión, prácticamente nula.

Sin embargo, me pica la curiosidad sobre cómo afectará esta endiablada situación al gobierno del Ayuntamiento de Barcelona. Estoy por comprarme unas palomitas para contemplar el espectáculo desde la barrera. Una vez que has perdido toda esperanza, disfruta del circo.

La cosa promete. El señor Trias, después de aquel vergonzoso discurso en la toma de posesión del hoy alcalde Collboni, aseguró que se retiraba de la política. Ya le toca, es verdad. Pero ahora va y declara que no, que no se retira, que esperará «hasta que la cosa se calme», así, tal cual. El gato sabe más por viejo que por gato y supongo que el señor Trias huele sangre y la posibilidad de una venganza que, como la vichysoisse, se sirve en frío. Ahora se van a enterar de quién soy yo, parece decirse, frotándose las manos.

El señor Maragall, no quien fuera alcalde, sino el malo, también pretende pescar en aguas revueltas. Por lo que cuentan los periódicos, el viejo gruñón es considerado un estorbo incluso por los suyos, pero ahora menos que nunca desaprovechará la oportunidad de meter baza. Porque es uno de esos personajes que, si no es protagonista, se pone enfermo. La va a liar.

Como Junts y ERC están a cara de perro, en medio de una lucha fratricida por ver quién se queda con las comisiones… digo, con el liderazgo del independentismo, en qué estaría yo pensando… Decía, perdonen ustedes, que ambos carcamales están dispuestos a obsequiarnos con un espectáculo tan lamentable como patético, aunque seguramente esperpéntico, como suele ser costumbre entre los suyos.

La que seguro que saldrá ganando con todo esto será la señora Topor, que continuará cobrando seis mil euros al mes por un programa de televisión a cargo de la Diputación de Barcelona que no ve ni Dios. Un día lo pillé de casualidad cambiando de canal y es de una sosería y una inanidad monumental.

Mientras tanto, crecen los marrones en el Ayuntamiento de Barcelona, que afronta el nuevo curso con este panorama político. No quisiera verme en la piel del señor Collboni, aunque él se lo buscó. Imagínense gobernar y sacar adelante normas y presupuestos con semejante pandilla. Qué mareo de perdices, qué poco beneficio para la ciudad.

Marrones tenemos unos cuantos sobre la mesa. Uno saltó a los titulares de los periódicos este jueves: un juzgado pide que la calle Consell de Cent la dejen como estaba antes. No entremos en discutir si la nueva calle semipeatonal es una buena o una mala idea, pero quizá convendría preguntarse cómo se planificó y aprobó sin modificar el Plan General Metropolitano, por ejemplo. Lo pregunto sin saber, pura curiosidad. Collboni, socio entonces de la alcaldesa Colau, tiene que lidiar ahora con eso.

Las espadas están en alto y suena la orden de degüello. Lo que pase en Madrid y lo que diga el canario gloster que salió del maletero en Waterloo tendrá repercusiones en Barcelona. Nos descubrimos incapaces de discutir con toda esa tropa alborotada nada sensato sobre el futuro de la ciudad. Con este panorama, imposible. Pero fabricaremos marrones a destajo, que se comerán las futuras generaciones. Eso sabemos hacerlo muy bien.

Espero equivocarme mucho.