A estas alturas no hace falta entrar en más consideraciones sobre la asistensia a la manifestación de la Diada, bastó con observar ayer la atención que le prestó TV3 –ninguna-- y RAC1 –escapista-- para entender que fue un fracaso para el mundo independentista que prefiere olvidar cuanto antes. Cada convocatoria reúne a menos gente, incluso este año cuando los siete votos de JxCat son decisivos para la investidura del próximo presidente del Gobierno.
Pero lo que me gustaría poner de relieve es la enorme contradicción del nacionalismo catalán, empeñado en focalizar toda la vida política y económica en Barcelona hasta el punto de que año tras año bloquea las principales calles de la capital para clamar contra el Estado opresor y centralista.
En Barcelona está el Govern, las consejerías, el Parlament, las empresas públicas autonómicas, los nudos de transportes, los energéticos. Ni las facilidades que brinda internet para deslocalizar les ha animado a llevar funcionarios, negocio y poder de decisión al territori. Tampoco para manifestarse.
¿Por qué no cambian de ciudad de cuando en cuando? No digo ya Girona, capital del nacionalismo patrio, que el lunes apenas reunió a 2.000 personas con su alcalde cupaire a la cabeza. Cualquier otro lugar, donde sean visibles –tienen asegurada la cobertura en directo por TV3, con las imágenes servidas por la propia ANC--, una campa, al estilo del PNV en su día patriótico, un parque, un descampado de los usan para los festivales de música; cualquier lugar donde no interfieran en la vida de esos catalanes a los que el nacionalismo quiere salvar.
Con un emplazamiento de ese tipo no tendrían que inventarse trayectos convergentes ni columnas en diagonal para disimular la ausencia de público. E igualmente les serviría de plataforma para anunciar el lanzamiento de un nuevo partido, que era el principal objetivo del mitin central de la Diada.
Según el Servei Català de Trànsit, entre el viernes y el sábado pasados salieron de Barcelona y su área metropolitana 465.000 vehículos. Si en cada uno de ellos viajaban dos personas de media, resulta que 930.000 barceloneses dejaron la ciudad para disfrutar del puente. Por eso, cuando oía a la presidenta de la ANC decir ante los congregados en la plaza de Espanya que la inmensa mayoría de catalanes exige la independencia, me preguntaba: ¿dónde están?, ¿no le dará vergüenza?