Un lapso de 17 años es media vida. Son muchos años. Evidencia una falta de responsabilidad importante por parte de los que han llevado las riendas de Barcelona. Desde la etapa de Jordi Hereu como alcalde, el máximo responsable de la ciudad no había mantenido una audiencia con el Rey de España, es decir, con el jefe del Estado. De alcalde socialista a socialista, porque ha sido Jaume Collboni quien este lunes recuperó un encuentro que lleva a una afirmación clara: Barcelona se respeta a sí misma, ha vuelto a recuperar lo mejor de una ciudad que se proyecta al mundo, que conoce dónde está, y que es fiel a las instituciones. Es el mejor ejemplo para que la ciudadanía haga lo propio, para que los ciudadanos se respeten a sí mismos, para que, desde la pluralidad ideológica, se practique la democracia y se defiendan los valores de respeto y de convivencia.
La política en Barcelona se impregnó de los mayores desatinos que han acompañado a los independentistas en los últimos años. Se puede defender un proyecto independentista, se puede discrepar del discurso del Rey Felipe VI del 3 de octubre de 2017, cuando el jefe del Estado dio pie a que se aplicara el artículo 155 de la Constitución, para controlar el gobierno de la Generalitat, que había sido incapaz de hacer respetar la ley, promoviendo de desde arriba el desacato. Pero las instituciones se deben respetar, porque representan al conjunto de los ciudadanos. Y un alcalde no es sólo el cabeza de lista de una formación política que se ha presentado a las elecciones. Desde el momento en que toma posesión de su cargo, debe ser consciente de que tiene detrás al conjunto de los vecinos y vecinas de su ciudad. Y ello, le guste o no le guste, implica mantener una audiencia con el jefe del Estado.
Es lo que ha hecho Jaume Collboni, a diferencia de su antecesora Ada Colau. La edil de los comunes –al margen de sus políticas concretas de ciudad—tuvo una característica: en los momentos decisivos siempre se puso al lado del independentismo que desafiaba y transgredía la legalidad. Y, curiosamente –o no tanto—tampoco el "moderado" alcalde Xavier Trias mantuvo audiencia alguna con el Rey, que, en su época, era el padre de Felipe VI, el Rey emérito Juan Carlos I. Trias todavía debe explicar con claridad por qué puso Barcelona al servicio del independentismo, y se desautorizó a sí mismo, olvidando su condición de alcalde, sólo pendiente entonces de servir a su jefe Artur Mas.
El cambio de rasante en Barcelona es ahora bastante claro. Jaume Collboni tendrá dificultades para gobernar, y podrá equivocarse en las medidas que tome. Pero ha recuperado la decencia de la ciudad, con gestos que no son puro trámite, sino que transmiten el respeto por las instituciones. Es fundamental la idea de que las personas pasan, los políticos gobiernan o ejercen su labor desde la oposición, pero las instituciones se mantienen, o se deberían mantener. Y eso Collboni lo respeta.
Lo peor de la política aparece cuando se quiere desgastar al adversario con falsos argumentos, que no se creen ni se han interiorizado. Ocurrió este martes con la reacción de Neus Munté, la concejal de Junts per Catalunya, el partido de Xavier Trias. “Es todo una teatralización que permite que se hable de esto y no de cualquier otra cuestión que afecta a los vecinos”, aseguró, con la convicción de que el Rey debería conocer, en esa reunión, lo que piensan los barceloneses sobre su manifiesto del 3 de octubre. ¿Y qué pensaron o piensan? Pues cada ciudadano tendrá su opinión. Pero el alcalde los debe representar a todos, y eso se consigue manteniendo el diálogo institucional. Se logra con audiencias como la mantenida entre el alcalde Collboni y el Rey Felipe VI, el jefe de Estado del Reino de España.