Hace unos días, Xavier Trias i Vidal de Llobatera, ex alcalde de Barcelona que ahora calienta un escaño en el ayuntamiento (aunque dijo en su momento que si no se ponía al mando de la ciudad se iba a su casa, en plan Rufián cuando lo de los dieciocho meses que, según él, le quedaban en el Congreso tras la inminente independencia de Cataluña), concedió una entrevista a una emisora de radio en la que resolvió todos los enigmas del golpe de estado del 23 de febrero de 1981. No exactamente de un plumazo, sino recurriendo más bien a la brocha gorda, el doctor Trias se convirtió en el doctor Watson y puso en práctica todas las capacidades de deducción que este había aprendido de Sherlock Holmes, su compañero de piso en el 221B de Baker Street.
Gracias a Trias nos hemos enterado de que el 23 F fue cosa del PSOE, que, al parecer, lo organizó todo. “¿Alguien puede creerse que todo aquello lo había montado el señor Tejero por su cuenta?”, preguntó retóricamente, como si todos llevásemos décadas en una inopia de la que él venía a sacarnos. Mi respuesta: gracias por la información, pero yo ya sabía que el chusquero del bigote era un mandado que tenía por encima a los generales Armada y Milans del Bosch, más algunos civiles de peso, y que la actitud del rey Juan Carlos I fue, digamos, discutible y algo confusa (aunque le sirvió para ganarse un prestigio democrático que él mismo se encargaría de tirar por el retrete años después con sus líos de faldas y sus labores de comisionista, que lo llevarían a abdicar en su hijo, Felipe VI).
En cuanto a la participación del PSOE en la asonada, pues qué quiere que le diga, apreciado doctor Trias, sigo sin ver qué beneficios sacaba del sainete protagonizado por el teniente coronel Tejero. Menos mal que usted me lo explicó: todo era un plan contra Cataluña, pues después del golpe se aplicó la LOAPA (es un clásico del ombliguismo nacionalista creer que todo se produce contra ellos, que siempre están en el lado bueno de la Historia: de ahí la teoría delirante de que la guerra civil tuvo lugar entre España y Cataluña).
Una vez nos hubo iluminado, el doctor Trias pronunció la única frase verosímil de su exordio: “Y ahora dirán que estoy gagá”. Pues mire, la verdad es que ese concepto se me pasó por la cabeza y ahí sigue, días después de sus declaraciones radiofónicas. Vamos a ver, yo ya entiendo que el hecho de que te soplen la alcaldía cuando creías tenerla en el bote debe poner de cierto mal café. Pero lanzar teorías conspiranoicas sin base alguna, con el simple ánimo de difamar a los sociatas en general y a Jaume Collboni en particular, es muy poco serio y bordea la infamia, como se le ha hecho notar desde el PSOE. Por no hablar de lo inoportuno de la andanada, ahora que su jefe de filas está chantajeando a Pedro Sánchez para que este consiga tirarse cuatro años más al frente del gobierno más progresista de la historia de España. Francamente, se espera un poco más de finezza de un burgués de la zona alta de Barcelona.
Tuve la impresión al escuchar las teorías del doctor Trias de que había sido poseído por Carles Puigdemont, como si este hubiese delegado en él para decir las cosas que, en estos momentos, por la más elemental prudencia, no puede permitirse rebuznar. Y que Trias, que ya pasó en su momento de burgués conservador a aguerrido procesista, había tenido un ataque de independentismo paranoico que, de alguna manera, pensó que le beneficiaría.
No ha sido así: se ha llevado la bronca de los sociatas, ha causado el estupor entre muchos de sus conciudadanos (yo mismo, sin ir más lejos) y no ha sido especialmente aplaudido por los suyos. En suma, una absurda salida de pata de banco que nos permite hacernos una idea de la decadencia mental de nuestra nunca bien ponderada burguesía. Y es que nadie está diciendo que la trayectoria del PSOE sea ejemplar (ahí tenemos el caso de los GAL), pero puestos a atacarlo, yo diría que hay que buscar ejemplos más sólidos y verosímiles que su supuesta participación en el tejerazo.
Tal vez haya llegado el momento de que el doctor Trias se plantee lo de o César o nada (en su caso, nada), se retire de la política y se dedique a jugar a la petanca. Alguien debería explicarle que, a su edad, hacer méritos para medrar está fuera de lugar y no lleva a ninguna parte. Si esto sigue así, la próxima jeremiada del doctor Trias versará sobre el inminente ataque de los marcianos a la tierra con la precisa intención de desintegrar Cataluña: como le dijo hace años el difunto Jesús Mariñas a Karmele Marchante, ¡Que te calles!