Los concejales del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona defienden un mantra en estos momentos. Señalan, y lo hacen también los que tienen más responsabilidades, que lo importante sigue siendo hablar más de “diálogo que de negociación”. Collboni está en modo “diálogo”, insisten, y, aunque eso implica, en términos políticos, que está próxima la negociación, no es exactamente lo mismo. El diálogo se une a ideas y diagnósticos sobre la ciudad. Se escucha “los argumentos del otro”. La negociación guarda relación, en cambio, con el poder y los intereses. Y ahora mismo, Collboni “no está negociando”. Otra cosa es que presente sus propuestas, como el propio presupuesto y las ordenanzas fiscales para 2024, marcando un perfil propio, como presentará el concejal Jordi Valls este mismo martes.
¿Qué ronda por la cabeza del alcalde de Barcelona, teniendo en cuenta todas las circunstancias? El precedente lo marcó su antecesora, Ada Colau, quien estuvo más de un año gobernando con once concejales, sólo uno más que los diez de Collboni. Colau prorrogó los presupuestos de 2015 que había dejado Xavier Trias. Meses más tarde contó con los cuatro concejales del PSC, aunque los echó con motivo de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, apoyado por el PSOE en el Senado, con el Gobierno del PP de Mariano Rajoy.
Collboni mantiene su apuesta inicial que no es otra que gobernar en solitario todo lo que pueda, y marcar en ese lapso un mandato como alcalde, con medidas que van desde lo simbólico –audiencia con el rey Felipe VI—hasta efectivas como el cambio de orientación en los planes de vivienda pública, con la reducción o permuta del 30% reservado a vivienda oficial en las promociones urbanísticas. Pero también con medidas muy pensadas como dirigir el Centre Cultural Born desde el Museu d’Història de Barcelona, Muhba, que es toda una declaración de principios sobre el relato de ciudad que desea difundir.
Pero el alcalde socialista no puede prorrogar todos los presupuestos de su mandato. Deberá negociar, dejar ya esa fase de “diálogo” y tomar una decisión, siempre esperando lo que suceda en la política española, con la investidura de Pedro Sánchez, con los votos de Junts per Catalunya, que son decisivos. En esa investidura, sin embargo, también votarán a favor de Sánchez los comunes y ERC. Es decir, que el socio o los socios de Collboni en Barcelona dependerán de la voluntad de acuerdo real que tenga el alcalde socialista.
Los hechos, las políticas presentadas hasta ahora, llevan a una conclusión: PSC y Junts per Catalunya acercan posiciones. Pero existe un enorme resquemor de los independentistas respecto a los socialistas. Aunque siempre se habló de ello, nunca se logró una ‘sociovergència oficial’, ni en el Ayuntamiento de Barcelona ni en la Generalitat. Y ahora el elemento ‘convergente’ ha mutado en una fuerza política distinta.
Gobernar en solitario es el reto de Collboni, y es el consejo de un partido que le dio los votos en su elección como alcalde, el PP de Daniel Sirera. Con las atribuciones que permite la ley, Collboni puede tomar muchas decisiones, y, en última instancia, presentar mociones de confianza, con la convicción de que no se vislumbra una alternativa entre el resto de fuerzas políticas que sume 21 concejales.