La frase del filósofo Herbert Marcuse: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, fue una de las más inspiradas e inspiradoras de la revuelta estudiantil de aquel mayo de 1968. Es
lo que hacen ahora más de 2.000 abuelos del barrio del Bon Pastor, que piden una auditoría de los ocho años de Colau al frente de la alcaldía. Debería ser posible, pero la casta comunera y sus cómplices lo harán imposible. Según los viejecitos, solo piden que se cumpla la Ley de Transparencia. Pero la idea más amenazante y perdonavidas de la activista cuando pisó el Ayuntamiento fue: “Desobedeceremos las leyes que nos parezcan injustas”. Se deduce, pues, que rendir cuentas le parecerá injusto, por la cuenta que le trae.

Más de 2.000 abuelos son muchos abuelos y abuelas de la generación que vivió aquel 68. Y muchísimos más que los otros vejetes que cortaron la Meridiana durante más de mil tardes, saltándose impunemente las leyes y ordenanzas. Los del Bon Pastor, por el contrario, intentan que a Colau no le salgan gratis sus tropelías, hurgan y meten las narices en todo lo que huele a podrido y a perjuicios durante el colauismo. Sin ruidos ni molestar a la ciudadanía, han comenzado por pasar información al digital Tot, recordando que, según la ley, el Ayuntamiento está obligado a responder. Si no lo hace, acudirán a la Comisión Europea y a la Justicia.

Son conscientes de que les van a hacer vivir una pesadilla peor que la de El Castillo de Kafka. Porque funcionariado y burócratas tienden a cubrirse las espaldas entre ellos y a no asumir responsabilidades. Además, la administración municipal está infiltrada de adalibanes. Con el marido de Colau, alto cargo y supremo ejemplo de nepotismo, el secretismo, la complicación y la ineficiencia e ineptitud son sus métodos despóticos. Normal, porque han surgido de chiringuitos antisistema, son totalitarios y no perdonan la disidencia.

Pero los más de 2.000 no se amilanan y solicitan una auditoría para asuntos como: información de las cuentas anuales del Ayuntamiento desde 2015 hasta ahora. Datos sobre compras, subvenciones, convenios y contratos fraccionados. Relación de inmuebles comprados y adquiridos por encima del precio de mercado. Un estudio económico, financiero y fiscal de las subvenciones otorgadas a dedo. Dinero gastado en defensa jurídica, interna y externa. Multas de Hacienda y Seguridad Social. Cuentas de institutos, consorcios, fundaciones, asociaciones y empresas municipales. Indemnizaciones pagadas y costos procesales. Lo que más les duele: costes de los cargos de confianza, pluses bajo mano… En total, incontables millonadas.

En un entrañable artículo sobre la ancianidad, Ignacio Vidal Folch evocaba la canción de Brel que dice: “Cuando sea viejo pienso ser insoportable”. Se preguntaba por qué algunos viejecitos desocupados y aburridos a ojos de las administraciones, “¿en vez de enredar, no quedan en el parque para jugar a la petanca?” Sin embargo, los más de 2.000 abuelitos del Bon Pastor prefieren incordiar y entrometerse donde no les llaman ni les quieren. Porque “no son lo que en Francia llaman un vieux con, y en España, un viejo imbécil”. Por eso sospechan y desconfían de Colau y de su sombra.