Hace unos días, mientras grabábamos con mi amigo Javier Melero nuestra tercera entrega de Sopa de Ganso, el podcast que hacemos para La Vanguardia, Javier se lamentó de que los de Arran no nos concedían nunca el título de Botifler de l´any, aunque reconociendo que no teníamos nada que hacer frente a nuestro invitado, Santi Vila (se cuelga el lunes que viene, y perdón por el autobombo), genuina bestia negra del procesismo por haberse tirado en marcha del tren independentista diez segundos antes de que descarrilara estrepitosamente. Pero, como dicen los anglosajones, that was then and this is now, y a Vila le ha salido un notable competidor en el usufructo del cargo: nada menos que el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, que no para de hacer cosas para caer (aún más) en desgracia entre la parroquia soberanista. Permítanme que enumere sucintamente sus méritos:
Mientras prometía el cargo, declaró sin ambages su compromiso con la Constitución española y su fidelidad al rey Felipe VI. Luego recibió a éste como si no fuera el máximo representante del A por ellos. No contento con eso, se fue a la capital del Gran Satán, Madrid, a visitar a su alcalde, José Luís Martínez Almeida, pese a ser del PP, y tuvo el descaro de afirmar que Madrid y Barcelona deberían colaborar más en su condición de las dos ciudades más importantes de España. Como traca final, recibió en el ayuntamiento al Mago Pop, de regreso de unas actuaciones triunfales en Broadway, y se retrató con él ante dos banderas, la de Barcelona y la de España (ni rastro de la catalana, lo que le ganó insultos a cascoporro en las redes sociales y en las columnas de los digitales del régimen). Puestos a hacer amigos, también reestableció las relaciones con Tel Aviv, a las que Ada Colau, sobreactuando de palestina, como suelen hacer los representantes de la NII (Nueva Izquierda Imbécil), había puesto fin (ahora, Colau se pasa el día poniéndolo de vuelta y media mientras sueña con ese Ministerio de la Vivienda que le ha prometido Yoli Sonrisas - o de la no vivienda, teniendo en cuenta su historial barcelonés en ese apartado-, pues ya se sabe que los comunes son muy partidarios de la socialización del sufrimiento, como ya demostraron enviando a Madrid al siniestro dúo Asens- Pisarello).
Conclusión: todo parece indicar que Santi Vila está siendo destronado por Jaume Collboni en la shit list de los indepes. Y lo ha logrado en un tiempo record y gobernando en minoría. Evidentemente, cada ofensa a los procesistas constituye una alegría para los resentidos como Melero y yo, que asistimos complacidos al regreso de la política barcelonesa al mundo constitucional y, de paso, a una cierta buena educación a la hora de tratarse con el entorno institucional que, en nuestra modesta opinión, debe respetar cualquier alcalde que se precie de gobernar para alguien más que su club de fans.
No sé cuál será la próxima jugada de Collboni, pero desde aquí le animo a que siga por la senda emprendida y continúe haciendo rabiar a lazis y comunes. Ante el estado depresivo en el que andamos sumidos los socialdemócratas de toda la vida por las trapisondas de su jefe de filas, Pedro Sánchez, para mantenerse en el poder a cualquier precio, lo de Collboni es lo que viene siendo un soplo de aire fresco. Esperemos que no acabe sufriendo la misma suerte que Alejandro Fernández, del PP, caído en desgracia por oponerse a la amnistía oportunista que Núñez Feijóo no ve con los necesarios malos ojos (mucho despotricar, pero bien que envió a sus secuaces a negociar por lo bajinis con Cocomocho).