La política también son las pequeñas cosas. Esas alejadas del glamour pero que afectan al día a día de miles de ciudadanos. Esas que consiguen mejorar tu movilidad, los baches, la iluminación, eliminar los grafitis, en definitiva, que superan el deterioro de una gran ciudad como Barcelona. Superar lo que la señora Colau dijo que era una percepción. Collboni no está en esto y se ha puesto las pilas para superar la decadencia y la cruda realidad de una ciudad sucia.
Estas medidas no tienen glamour, pero están cargadas de pragmatismo, porque las obras nuevas se desgastan con el tiempo y, si no se ponen recursos, la mala imagen de la ciudad se extiende como una mancha de aceite. Consolidar el pasado, mejorar el presente es construir un futuro mejor. Un futuro que no solo debe contemplar grandes proyectos, sino pequeñas cosas.
Al alcalde Collboni se le podrán criticar muchas cosas, pero que no conozca Barcelona no es una de ellas. Escucha, toma nota y actúa. Y el plan de mantenimiento presentado, con una importante dotación presupuestaria, solo puede aplaudirse. 35 millones nada menos.
En los últimos años, la ciudad iba cuesta abajo, sobre todo por estas pequeñas cosas. La ciudad estaba sucia y daba sensación de dejadez por parte de las autoridades municipales. La degradación de las urbes es algo intrínseco a las grandes ciudades llenas de gente, autóctonos y visitantes, y, por tanto, la multitud lleva parejo el incivismo de muchos, y el gamberrismo crónico de unos menos, pero que, como las meigas, haberlos hay los.
El ayuntamiento destinará 35 millones, todo un esfuerzo, pero que se antoja insuficiente para estos cuatro años porque llevaba Barcelona demasiado tiempo abandonada. Era una gestión abandonada por el equipo de Colau, más preocupada por sus superillas, que una vez inauguradas a bombo y platillo entraban en el ranking del deterioro, como la del Poble Nou, por ejemplo.
Ciertamente, no tenemos un gobierno estable. Dicen que el equipo de Gobierno vive en la debilidad. Y tienen razón, pero bienvenida esta debilidad porque en seis meses se han dado pasos adelante en lugar de pasos atrás. Además del plan de mantenimiento, las ordenanzas de las terrazas ilustran un cambio.
Collboni ha visualizado que se pueden hacer las cosas de otra manera, siendo también de izquierdas, porque Colau se había apropiado de esta definición ideológica. Se puede ser de izquierdas y ser pragmático. Se puede ser de izquierdas sin veleidades. Se puede ser de izquierdas buscando el consenso. Y se puede ser de izquierdas escuchando a la gente y aceptando las críticas. Y, sobre todo, se es de izquierdas cuando se da la cara cuando las cosas vienen mal dadas.
Por cierto, después del aspaviento de la moción de confianza a Collboni, Colau se ha retirado a sus aposentos. La semana que viene cuando Sánchez vuelva a ser investido presidente del Gobierno, la exalcaldesa no tendrá tiempo para ejercer su papel de oposición -si alguna vez lo ha hecho- porque estará pendiente de una llamada. Si la recibe y le ofrecen ser ministra, espero que diga que no y que no repita lo que hizo cuando dejó la PAH o cuando volvió a presentarse a un tercer mandato. Visto lo visto, les auguro que dirá que sí. Solo una premisa: que Sánchez la llame y que Yolanda la deje. Mientras Collboni va pasito a pasito haciendo cosas más allá del glamour. Bienvenidas sean.