La inseguridad es un problema. Sin lugar a dudas. En Barcelona, también, pero no es la capital catalana una anécdota entre las ciudades europeas y españolas. Madrid es un “alerta carteristas” en el centro, Málaga el refugio de todo tipo de delincuentes de alto copete que la convierten casi en la capital de la mafia, París, Londres, Marsella, Roma, son también ejemplos que ponen en evidencia que existe un mundo -submundo si lo prefieren- ligado al poco respeto por lo ajeno, o por la bronca como se ha vivido en estas últimas fiestas locales en varios municipios del área metropolitana.

Ciertamente, en Barcelona hemos vivido capítulos y escenas grotescas mientras la entonces alcaldesa, Ada Colau, se refugiaba en aquello de la percepción para huir del debate. La policía municipal tenía las manos atadas y los efectivos más bien escasos, tanto técnicos como humanos, porque no había inseguridad, había percepción.

Conozco bien al concejal de seguridad, Albert Batlle. En más de una ocasión se enfrentó a la alcaldesa pero es un hombre poco dado a hacer estridencias. Decía lo que pensaba, defendía sus posiciones pero no ponía el altavoz porque siempre hace gala de su perfil institucional. Sabía cómo pensaban los policías porque los visitaba en las comisarias y compartía con ellos sus cuitas. Ahora también lo hace el alcalde sin luz ni taquígrafos que es como se hacen estas cosas. En los seis meses de este nuevo gobierno municipal sí han puesto los pilares para revertir la situación. También para revertir la percepción. Más policía, más colaboración entre policías con Joan Ignasi Elena, conseller de Interior, compartiendo el problema y una policía más activa no solo reactiva.

Los delitos guste o no han disminuido, aunque algunos como la violencia sexista -esa que no existe para la ultraderecha- han aumentado mientras que los tirones son el pan nuestro de cada día en el centro de la ciudad repleta de turistas. Ni más ni menos como en las grandes, y no tan grandes, ciudades europeas.

Por esto creo, sinceramente, que el consistorio haya aprobado el nuevo plan de seguridad que pretende llegar a 4000 miembros de la Guardia Urbana y seguir trabajando “con eficacia” como dijo el concejal Batlle. Es una pena que la izquierda de los Comunes y ERC se haya puesto de perfil diciendo que se asume el discurso de la derecha. Error, gran error, porque la seguridad, incluida la percepción de seguridad es un deber de las izquierdas.

Una cosa es proteger al marginado y otra es “el campi qui pugui”. Seguro que el conseller Elena, de ERC, que también ha sido alcalde se echó las manos a la cabeza por la actitud de su partido. Y no digamos de los Comunes que dicen que el plan municipal es reiterativo. Pues bienvenida esta reiteración porque el problema sigue existiendo aunque las cifras experimentan un cierto alivio.

No hay que estar ocioso, hay que perseverar. Pero tampoco hay que rasgarse las vestiduras diciendo que Barcelona es la ciudad más insegura del mundo, como se llegó a decir en el pleno municipal. El concejal Batlle es una garantía porque es un tipo perserverante y lo de estar ocioso no va con él. Y un tema importante: sabe escuchar porque lo dicho, la seguridad es de izquierdas, aunque algunos no lo saben.