Los Reyes Magos llegaron a Barcelona, pero no han traído unos nuevos presupuestos. La oposición no dio su visto bueno a las cuentas, por lo que el consistorio empieza el año con restricciones presupuestarias cercanas a los 180 millones. No es una buena noticia máxime cuando este 2024 empieza con la amenaza también de restricciones en el suministro de agua. Es el pago que deben abonar los barceloneses por la cerrazón y el talibanismo esperpéntico del gobierno de Ada Colau en materia de infraestructuras hídricas.

El alcalde Jaume Collboni tendrá que seguir haciendo encaje de bolillos para evitar que se paren las obras y no se minimicen las inversiones sociales que sitúan a Barcelona a la cabeza de las ciudades españolas en el ranking de la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, pero se dejará pelos en la gatera. Mejor dicho, nos los dejaremos los barceloneses. Y la cosa, parece, que seguirá así porque los bailes cortesanos en busca de socio no acaban de fructificar. Primero porque el PSC piensa que socio le conviene más para Barcelona, pero mirando a la Generalitat porque las elecciones catalanas son dentro de un año, o menos. Tampoco se menospreció los movimientos en el ecosistema de Madrid en torno a la estabilidad del gobierno de Pedro Sánchez.

Lo mismo vale para la oposición. No habrá pactos, presupuestario incluido, si no se entra en el Gobierno. Así, Junts, ERC y Comunes calientan la banda a la espera que Collboni elija pareja de baile. Si no hay gobierno, no hay pactos, por mucho que signifique dejar a la ciudad con un pastizal en el cajón. Cada día surgen informaciones sobre conversaciones entre las cuatro formaciones políticas que están en el juego. Ciertamente, en las últimas semanas los más activos son los de Junts. ERC puede tomar el relevo en breve porque sin Ernest Maragall las relaciones con el PSC entran en una nueva fase, y los Comunes siguen buscando su sitio en la oposición y no parece que lo acaben de encontrar.

Ada Colau dijo en 2015 que solo se presentaría en dos legislaturas. En el 2023 se arrepintió y para salvar los muebles de su formación se presentó por tercera vez obviando que incumplía su promesa. No nos pongamos estupendos porque cuando dejó la PAH también dijo que no se presentaría a unas elecciones. ¿Y ahora? No creo que Colau y los suyos se planteen que la exalcaldesa se presente a unos nuevos comicios locales. Además, estar hasta el 2027 con Colau como jarrón chino puede ser letal para los Comunes. Por tanto, la opción de la Eurocámara puede tomar forma en las próximas semanas porque Sumar necesita un peso pesado para competir con el Podemos de Irene Montero. Sin Colau, como sin Maragall, el cuento puede cambiar ante el PSC.

Collboni ha puesto al ralentí las expectativas de unos y otros, pero sabe que tiene que cerrarse un nuevo escenario en el equipo de Gobierno. Le apremia aprobar los presupuestos, pero es más firme su posición que la de sus oponentes. Incluso en Junts, Xavier Trias puede alargar su presencia hasta que haya acuerdo, o no, con los socialistas, pero esta presencia no puede ser indefinida porque Junts necesita buscar su liderazgo municipal. No es tarea fácil ni estando en el Gobierno ni estando en la oposición. Políticamente, la partida la está ganando Collboni por mucho que le bloqueen los presupuestos. Quien pierde, sin duda, son los barceloneses que siguen con la casa sin barrer.