En el Tholos del ágora de Atenas en la Antigua Grecia se reunían los magistrados o 50 Pritanos y la Boulé era la Asamblea. En un traslado de tiempo y lugar, en la plaza de Sant Jaume de Barcelona, en la Casa Gran, lo hacen nuestros concejales herederos de aquel Consell de Cent. De entre los Pritanos, un tercio de ellos, ejercían su cometido de guardia por las noches y el resto permanecía reunido durante el día.
La reseña viene a propósito del debate abierto relativo a la conveniencia de que Barcelona pudiera designar un alcalde de noche. Vaya por anticipado que soy claramente favorable a la existencia de una gobernanza singularizada en la ciudad mientras duerme, se divierte, parte de ella trabaja y ciertos servicios públicos deben funcionar y a pleno rendimiento.
Sin embargo, no comparto ni la función ni el nombre que se pudiera dar a una nueva, primera y nocturna autoridad municipal, en lo que considero que, de instituirse, sería una dejación de sus cometidos por franjas horarias. Un alcalde lo es todo el año y todos sus meses y semanas, las 24 horas del día. Ahora puede delegar sus competencias en un alcalde accidental por hallarse en el extranjero, enfermo o de vacaciones e incluso ciertos cometidos.
Soy consciente que el nombre no hace la cosa, pero mejor llamar a las cosas por su nombre para evitar equívocos. Así que alcalde sólo hay uno y los demás son tenientes de alcaldes o concejales de gobierno y con ellos, los gerentes, de ámbito o de distrito y el resto de la estructura municipal. No lo son a tiempo parcial, pero es evidente que concentran su actividad en horario diurno, sin perjuicio de que la gestión cotidiana les obligue a tener un perfecto seguimiento de cuanto acontece durante la noche y las acciones a promoverse.
Durante la noche la ciudad también existe. Lo hace con otros ritmos, prioridades y necesidades. Desde el descanso y el derecho a dormir, el funcionamiento de servicios como la limpieza viaria, la recogida de basuras o el mantenimiento y obras. La convivencia y la seguridad, la Guardia Urbana, los Bombers, los suministros y servicios de emergencias complementarías el círculo. Todos tienen su jefatura de noche y un superior las 24 horas.
El alcalde de noche, además de su milenario y relativo antecedente griego, es una realidad en distintas ciudades europeas o norteamericanas, pero ni ellas son Barcelona, con nuestra densidad de población ni estructura urbana de barrios, ni tampoco tienen nuestra peculiaridad de concentración turística. Por lo tanto, cada ciudad es un mundo diferente en su gestión pública.
Nuestra gobernanza necesaria de noche exige un alcalde y un gobierno municipal que a primera hora de la mañana disponga de una fotografía exacta de lo sucedido durante la noche y la respuesta dada a cuanto haya acontecido o se hubiera previsto que sucediera así haya acaecido durante la misma. Una auditoría de gestión y una radiografía perfecta de ciudad. También exige a nuestros responsables públicos una agenda nocturna que les permita imbuirse de realidad urbana de noche para impulsar acciones eficaces para garantizar lo imprescindible: el descanso vecinal y los servicios y, para quien quiere divertirse, un ocio sí, pero cívico, responsable y sin ruido. Un gobernante con pleno conocimiento de causa para una eficaz acción de gobierno y de diálogo vecinal y con los distintos sectores sociales, vectores de gobierno y actores de ciudad de y a todas horas.
Para ello, en nuestra singularidad barcelonesa, es más idóneo un Comisionado de noche. Una persona de gobierno, que trabaje en horario nocturno, audite la realidad barcelonesa en esas horas y proponga acciones, eso sí, junto al conjunto del ejecutivo local y en transversalidad de decisiones de gobierno en ámbitos sectoriales y de territorio. Por cierto, recuerdo que se acaba de nombrar una Comisionada de Convivencia y ahí lo dejo…. No concibo un alcalde o concejal de Área o de distrito que, junto a su gerente, no se haya pateado la calle o supervisado servicios también durante la noche y no lo hagan en no pocas ocasiones.
Al dictador Hitler no se atrevieron a despertarle cuando se produjo el desembarco de Normandía. En cambio, no me imagino a un buen gobernante democrático durmiendo sin el teléfono móvil junto a la almohada y el fijo en el pasillo, por si es preciso darle traslado de una contingencia grave de noche por quien esté al frente en ese momento de los operativos municipales o del propio concejal previamente advertido.
Sería un despropósito que en la ciudad existiera una primera autoridad en función de si luce el sol o no, a horario partido o con dos alcaldes y, quizá, de distintos partidos y criterios no siempre coincidentes. Si uno de ellos fuera, además, Ada Colau, la pesadilla de muchos sería un sueño real.
Dejemos de ensoñarnos con nuevas figuras administrativas y despertemos a la ciudad, de noche y de día, con una gestión municipal eficaz y una gobernanza rigurosa. Parezcamos menos y hagamos más. Lo que toda ciudad necesita es un alcalde que dé soluciones a sus problemas, se anticipe a los que puedan sobrevenir y que sueñe despierto en cómo mejorarla sin dejar de pellizcarse de realidad.