La otrora alcaldesa de Barcelona ha confundido sus papeles. Con su cambio de look está haciendo entrevistas por doquier diciendo sobre todo a Jaume Collboni que es lo que tiene que hacer, lo que tiene que decir y lo que tiene que pensar. Ante tantas instrucciones, el alcalde se hartó y lanzó un claro mensaje: el único que habla por el alcalde es el alcalde.

En los últimos días la regidora de la oposición no para de apostar por un gobierno de izquierdas donde habla por los comunes pero también por PSC y ERC. Y lo hace después de poner todos los palos en las ruedas al nuevo gobierno municipal con un intento de reprobación incluido. Por eso, todavía es más chocante su actitud actual de “simpática socia de futuro”.

¿A qué juega Ada Colau? No lo sabemos. Si le hemos de hacer caso, y mucha voluntad es esa, no tiene intención de ser candidata de Sumar en las europeas. De su trabajo municipal tampoco sabemos. De momento parece que se lleva crudo su salario como regidora porque no asiste ni a una sola comisión, no asistió a la entrega de las medallas de honor de la ciudad, tampoco al acto de entrega de las medallas de mérito científico, ni al acto universitario de Prometeus, por solo citar los últimos.

Su actividad política se circunscribe a pasearse por platós de televisión y estudios de radio para lanzar genéricos mensajes, en su nombre y en el del alcalde, sin entrar en las polémicas municipales, que haberlas hay las, porque seguramente las desconoce. Mucho he criticado en mis artículos a Jordi Martí, pero sin Jordi Martí la señora Colau vaga por el ayuntamiento como pollo sin cabeza.

He preguntado a miembros del gabinete de Collboni sobre qué hace Colau. No es una estadística pero la respuesta más habitual es: el ridículo. Sin duda, la exalcaldesa lleva mal su nueva vida. Si realmente apostara por la reedición de un pacto con el PSC centraría su preocupación y su ocupación en ganarse la confianza de Collboni y de los concejales socialistas, favorecería una oposición constructiva y defendería su posición ante vecinos y entidades. Pues nada de eso. La oposición es chusquera, la confianza, la poca existente, ha desaparecido y la alcaldesa es un vago recuerdo para el entramado civil de la ciudad.

Collboni sigue midiendo a palmos los siguientes pasos. Está solo en el equipo de gobierno y solo la marcha de Maragall ha abierto una puerta de entendimiento con ERC. Pero Collboni debe pensar que mejor sólo que mal acompañado. Con Xavier Trias las relaciones no están mal y el viejo alcalde se sabe mover. Otra cosa es que su partido no le acompañe y Collboni se lo piensa muy mucho porque se desconoce quién concentrará el poder de Junts tras la marcha de Trias. ¿Y Colau? De Colau no se fía. Se quiere quedar para no hacer nada y no construye puentes, más bien los dinamita porque no ha asumido que la política municipal implica picar piedra y no solo alardear, que no es lo mismo ser alcalde que ser uno más en la oposición, y llegar a un acuerdo requiere algo más que soflamas vacuas.

Después de este repaso a la situación solo estoy en condiciones de contestar al ¿a qué juega Colau?, de una manera. A todo menos a trabajar. Una pena. La siguiente pregunta es ¿hasta dónde la aguantarán los suyos? Porque por este camino los comunes se acercan al precipicio, porque solo sobreviven en Barcelona. Fuera de la capital son un erial.