Los días pasan, los problemas se mantienen. Algunos se agudizan, otros se pueden paliar. Barcelona tiene un problema, --se podría decir que tiene muchos, claro-- y es el mismo que también sufre el área metropolitana: la falta de vivienda. La CEO de Savills Barcelona, Anna Gener, ha señalado en una entrevista en Metrópoli que apenas se construye obra nueva, porque "no hay incentivos". El alcalde Jaume Collboni ha dejado claro que en el anterior mandato, con él como teniente de alcalde, con la alcaldesa Ada Colau, se cometió un error --por lo menos uno-- con la normativa sobre la reserva del 30% de vivienda pública en las promociones urbanísticas. Quiere rectificarla, pero los constructores no ven que se haya aprobado una normativa nueva. Y se mantienen a la espera, sin confiar demasiado, por ahora, en un verdadero cambio.
Gener lo ha dejado claro. Es una de las mayores expertas en el sector inmobiliario, y entiende que ha llegado la hora de la construcción de vivienda, después de unos años en el que el sector se ha centrado en las oficinas y en la logística. Otro experto, el ingeniero y economista Miquel Barceló, insiste en que los ayuntamientos y, en general, todas las administraciones, deben tener cintura para cambiar los planes urbanísticos. Como padre del distrito económico 22@, admite --aunque eso se sabe a partir de la experiencia-- que la mezcla de usos debería ser la norma en ese tipo de proyectos. Pero no hay que pensar únicamente en vivienda pública. La cuestión, como incide Gener, es que se pueda incoporar también vivienda libre. Es la convivencia de usos, para una ciudadanía diversa, con rentas e intereses distintos. Eso es lo que caracteriza a una ciudad.
El cambio, por ahora, no llega, porque el alcalde Collboni necesita un socio de gobierno para asumir una verdadera transformación de la ciudad. El próximo 29 de febrero tiene una oportunidad para manifestar su ambición, para explicar qué pretende hacer en su mandato como alcalde, el que le debe permitir llegar a las elecciones de 2027. La propia elección del lugar donde quiere comunicar su proyecto de ciudad es ilustrativa. Después de un cierto debate interno, de valorar distintas alternativas, como la Llotja de Mar, muy señorial, --para grandes eventos-- Collboni ha querido dirigirse a la ciudadanía --a través de los medios de comunicación-- desde el Dhub, el Disseny Hub Barcelona. Lo hace porque está convencido de que ese emplazamiento, en las Glòries, y al lado del 22@m debe ser el marco de un nuevo centro para Barcelona, tal y como lo había pensado Cerdà.
Se trata de una declaración de intenciones. Y es positivo que un alcalde exponga un cambio concreto, ambicioso. Eso pasa, claro, --o debería-- por un plan de vivienda creíble, con la participación de todos los actores implicados. El PSC cree en esa combinación de usos, en la convivencia entre el sector público y el privado, en la necesidad de activar todas las 'palancas' de la inversión, siguiendo la tesis de Anna Gener. Collboni es el primero que lo tiene claro, y le sigue con convicción su teniente de alcalde de Economía, Jordi Valls.
El problema, y es lo que debe resolver Collboni, es que el socio que podría coincidir plenamente con esas tesis es Junts per Catalunya, con Xavier Trias a la cabeza. Pero JxCat es un partido --hoy--demasiado confuso. Y las necesidades del PSC también son otras. El socio elegido es Esquerra Republicana. El grupo que lidera Elisenda Alamany quiere entrar en el gobierno municipal, aunque el jefe de filas, Oriol Junqueras, quiere algo de tiempo, por lo menos hasta que se apruebe la Ley de Amnistía en el Congreso. Pero, ¿los republicanos quieren, de verdad, que se despierte el apetito inversor en Barcelona? El alma liberal del partido, ¿está activa?
En los últimos años todo se ha confundido, la izquierda y la derecha, los liberales y los intervencionistas. Y, con el pegamento del independentismo, todo se ha presentado como si fuera un mismo material: casi sin ángulos ideológicos. Esquerra se ha mimetizado con la CUP, a veces con los comunes, y, casi nunca, con un partido liberal o socialdemócrata clásico. Y lo que necesita la ciudad es que se ofrezcan incentivos --eso no quita que se censuren los excesos-- para que la inversión privada acuda sin complejos.
Collboni lo sabe. Ahora tiene que convencer a ERC de que es necesario una alternativa sólida a esa reserva del 30% que no ha servido para nada. Si lo consigue, tendrá también a JxCat, y se deberá olvidar de los comunes. Eso daría mucha confianza para que buena parte de la ciudad interiorizara que a lo largo de este mandato habrá un cambio real. Pensado desde el Dhub, moderno, ágil. Sin la pompa de la Llotja de Mar, pero útil para la mayoría de barceloneses y para el área metropolitana, que necesita tanta vivienda como lluvia para paliar la larga sequía.