Mira que no hay problemas y los presupuestos de la Generalitat se encallan en los arrecifes de un puticlub… perdón, de un casino, en qué estaría yo pensando. Porque el Hard Rock Entertainment World que quieren construir entre Vila-seca y Salou, en Tarragona, es un casino al estilo de Las Vegas, aunque se venda con el eufemismo de centro recreativo. Diez mil metros cuadrados de casino. El proyecto añade dos hoteles con 1.100 habitaciones y un centro comercial que dará para setenta y cinco tiendas, todo tocando a Port Aventura.
Será un monumento a la horterada, el hábitat natural de mafiosos rusos con chándal y cadenas de oro. Digo yo que, ya puestos, podrían trasladar ahí mismo la Gran Mona de Pascua, más conocida como Sagrada Familia, porque no desentonaría con el conjunto y los vecinos nos quitaríamos un peso de encima. Antes de abrir la boca para quejarse, lectores míos, sepan que esta Semana Santa el templo turístico-expiatorio ofrecerá espectáculos de luces y colores, con banda sonora, y apuesto lo que quieran a que no tardaremos en ver piromusicales en la fachada de la Pasión o en la del Nacimiento. Ni en Las Vegas, oiga.
El proyecto es muy polémico por muchas razones, y de un mal gusto indiscutible. El de la Sagrada Familia también, pero yo hablaba del Hard Rock Entertainment World. Todo sale de una cadena de cafeterías y restaurantes, setenta y cinco en todo el mundo. En España había tres. El Hard Rock café de Madrid cerró en 2020 y el de Sevilla, en 2023. Sólo queda el de Barcelona. Dicen que factura un montón, pero no sé si gana mucho dinero.
La cuestión es que los presupuestos de la Generalitat están bloqueados por culpa de un casino, así como suena. Nadie discute qué hacer para salir de los últimos puestos en sanidad, en educación o en servicios sociales que padecemos los catalanes, nadie discute de la carencia de vivienda pública, sino de un puto casino, y perdonen la expresión, pero es que se me hinchan las narices. Por poner un ejemplo, el incremento de la inversión en sanidad pública, que nadie discute y todos dan por bueno, es inferior al incremento de la inflación. Con un par. Sólo les recuerdo que, tarde o temprano, todos vamos a pasar por un hospital. Allá ustedes con su voto, pero, ay, me duele el casino.
En España, otro tanto. El lamentable vodevil de la amnistía nos avergüenza e irrita a partes iguales, pero a cambio de nada. Es tanta la cantidad de cinismo y estupidez vertida por tanta gente que uno se pone enfermo. Por supuesto, nadie ha puesto sobre la mesa cómo rescatar el Estado del Bienestar. No queda izquierda con cara y ojos en este país. En Cataluña desapareció hace ya tiempo, pero en el resto de España se la han cepillado en un pispás.
Mientras tanto, las estadísticas nos van dejando caer algunas perlas. Por ejemplo, que más del 33% de los niños catalanes se encuentran en situación de pobreza en 2023. Una cifra que ha aumentado, ojo, como ha aumentado la desigualdad de la renta. Pero, eh, el casino.
Esta mezcla de inoperancia y estupidez, sazonada con cinismo, afecta, y mucho, a nuestra política municipal. El señor Collboni, un tipo muy gris y muy soso, fue el candidato a la alcaldía que más se parecía a un adulto funcional. ¡Imagínense a los demás! Fue nombrado alcalde en minoría. Desde entonces, como bien señala un conocido, la única acción de gobierno municipal que se le conoce ha sido el semáforo de Mortadelo y Filemón que rinde homenaje al gran Ibáñez. El resto del tiempo lo ha pasado corriendo de aquí para allá como una gallina descabezada, porque ya les arriendo la ganancia de tener que pactar un gobierno municipal con el guirigay que hay entre Madrid, Barcelona y Waterloo, y el elenco de protagonistas de nuestra política municipal, que es como para tirar cohetes.
El socialismo español y catalán y la izquierda chupiguay ha vivido los Cien Días y ha sido derrotada en Waterloo. Ahora se trata de salvar los muebles y aguantar lo que se pueda, antes de acabar en Santa Helena, porque la sequía de poder será larga y dolosa. En esas está el equipo de la alcaldía de Barcelona, en medio de este barco que se va a pique, buscando que alguien le haga sitio en los botes salvavidas. ¿Por qué no como crupier?