Ada Colau es regidora del Ayuntamiento de Barcelona. Como tal recibe un salario del consistorio. No por el mero hecho de ser elegida, sino por su trabajo en el consistorio. Las últimas actuaciones de la regidora Colau se traducen en su no a los presupuestos que han retrasado su aprobación -en paralelo cargarse los de la Generalitat y paralizar los de España- en el consistorio hasta el día 2 de mayo tras una moción de confianza, y una propuesta contra la guerra de Gaza. Nada más.
En todos estos meses, Colau ha reducido su actividad en el consistorio prácticamente a cero. No consta que haya renunciado a su sueldo. Mientras, la regidora se ha paseado por medio mundo. México en campaña electoral de la izquierda de ese país o Estambul en los preparativos de la Flotilla de la Libertad que debería llevar ayuda humanitaria a Gaza. Preparativos que deben consistir en subir fotos a Instagram y hacer vídeos en Tiktok. Tampoco consta que la regidora haya subido material a los barcos ni haya sudado la camiseta más allá de lucir palmito visitando uno de los buques y de poner el grito en el cielo porque no les dejan zarpar. Tampoco consta que se haya dejado las pestañas realizando gestiones diplomáticas ni con Israel ni con la Unión Europea.
La revolucionaria de sofá mantiene estos viajes mientras sigue cobrando de dinero público. Nos negarán por activa y por pasiva que estos viajes cuesten dinero público del consistorio, pero lo cierto es que al consistorio ya le cuesta pagar un salario por no hacer nada. En el ayuntamiento, Colau no acude a comisiones, ni a actos de ningún tipo. Los viajes no son baratos porque solo la estancia y los viajes deben subir un pico.
No da un palo al agua la señora Colau ni en el consistorio ni siquiera en su partido. Jéssica Albiach, la candidata de los Comunes, tiene la campaña cuesta arriba con previsiones demoscópicas muy negativas. De los ocho diputados actuales, los Comunes pueden llegar a perder la mitad. Ada Colau cierra la lista pero no se la ha visto dejándose la piel por su proyecto político. Algunos ven mala leche contra Yolanda Díaz que no la hizo ministra ni candidata “nomber one” en las europeas. Los Comunes están representados por Jaume Asens que también se ha tomado unos días de asueto en Estambul esperando que zarpen los barcos. Tampoco consta que se haya desollado las manos subiendo material a los barcos ni ninguna gestión internacional. También cobra un magnífico salario público del Congreso de los Diputados.
Albiach así sigue en su travesía del desierto. No encuentra el tono de su campaña desdibujada en el furgón de cola y con la amenaza de un sorpasso por parte de la ultraderecha de Alianza Catalana. A Ada Colau no parece preocuparle. Tampoco es que se haya roto la crisma intentando vehicular una alternativa al alcalde Collboni después de tumbarle los presupuestos. Para este viaje no hacen falta tantas alforjas. Lo mejor que podría hacer es dimitir y dedicarse a lo que considere conveniente. Dejar su puesto a un concejal de los Comunes dispuesto a trabajar. Váyase de una vez, señora Colau. Por dignidad, hubiera tenido que dimitir una vez perdió la alcaldía. Ahora tendría que dimitir por decencia. Esperemos que no tenga que hacerlo por vergüenza señora revolucionaria de sofá. Al menos ahorre a los barceloneses el dinero público. Se lo diré en argot contestatario: ¡Colau go home!