Barcelona tiene ya aprobados sus presupuestos municipales. Este 2 de mayo era la fecha en la que vencía el plazo para que la oposición presentara con una mayoría absoluta de concejales, 21, unos presupuestos y un alcalde alternativo que desbancara a Jaume Collboni de su responsabilidad. Este procedimiento, de poder aprobar un consistorio sus cuentas públicas anuales, pese a su rechazo mayoritario por el pleno municipal, es un resorte legal denominado cuestión de confianza. Dicho de otra manera, los presupuestos rechazados a un gobierno municipal quedan aprobados al cabo de un mes si la oposición con mayoría absoluta no presenta unos alternativos y, de hacerlo, se cambia, además, de alcalde.
La cuestión de confianza ya fue un recurso empleado anteriormente por el alcalde Trias y la alcaldesa Colau. Este proceder solo puede aplicarse un máximo de dos ocasiones durante los cuatro años de mandato entre elecciones municipales. Si no cambia la situación de pactos y no se amplía el actual gobierno en minoría municipal, podría suceder, es una hipótesis, que Barcelona tendría aprobados los presupuestos de 2024 por cuestión de confianza, prorrogados los mismos en 2025, aprobados nuevamente por confianza en el año 2026 y prorrogados para el año 2027, el año electoral. Es decir, que un alcalde en minoría absoluta y sin precisar de acuerdos con otras formaciones, podría tener las cuentas públicas e inversiones contempladas en ellas durante toda su mandato y tenerlas, incluso, sin un Plan de Actuación Municipal (PAM) o las sucesivas Ordenanzas Fiscales anuales aprobadas, por ejemplo.
El 2 de mayo Madrid evoca el envite del pueblo contra el invasor napoleónico durante la Guerra de la Independencia. Collboni celebrará esta particular fecha con unos presupuestos aprobados y sin temor alguno por el resultado de su batalla con la oposición. Sabe el alcalde que una cuestión de confianza alternativa o una moción de censura contra él precisan en Barcelona de una suma imposible de Junts, ERC, PP y Vox. De haber sido alcalde Trias esa suma habría podido prescindir de Vox y ser exitosa con los mismos partidos que posibilitaron a Jaume Collboni la alcaldía (PSC, Comunes y PP).
Aquel 2 de mayo de 1808 es la dignidad en el coraje y la lucha de Madrid ejemplificada por Goya en su cuadro “la carga de los mamelucos”. En nuestros tiempos, “mameluco” es también una expresión de desmerecimiento o insulto. El 2 de mayo barcelonés de hoy es un obligado momento para reflexionar si el acuerdo de investidura del alcalde, además de un sentido de voto, debió requerir también de acuerdos escritos y de contenidos comprometidos de políticas de ciudad que nadie firmó.
Un año después de las elecciones municipales, Barcelona dispone de un gobierno municipal de 10, no siendo un número este de excelencia sino de minoría absoluta de gobernanza. Son solo una decena los concejales con responsabilidad en el ejecutivo consistorial. Es la minoría más absoluta jamás constatada en nuestro ayuntamiento e insuficiente por ahora para aprobar nuevas ordenanzas municipales, por ejemplo, la de circulación o de convivencia, o garantizar una plena presencia en ámbitos sectoriales o de distrito.
La oposición no ha de desmerecer su labor y Barcelona se merece, y necesita, que ejerza con plenitud su función fiscalizadora al gobierno. A la par, debe actuar con un sentido de ciudad que permita alcanzar acuerdos para que Barcelona pueda resolver sus graves problemas de seguridad, vivienda, inclusión social, etc. y encarar los retos presentes y venideros. Ni el gobierno ni la oposición pueden ser unos mamelucos municipales y, estoy persuadido que, tras los ciclos electorales de las catalanas y europeas, se plasmarán decisiones por Barcelona alejadas del ruido político y ejercerán su orgullosa condición de concejales que anteponen los intereses de nuestra ciudad a las siglas de partido. Quién no lo haga así, quizá en este 2 de mayo debiera pensar ya en “tocar el dos”.