El 9 de mayo se ha convocado una manifestación ante la sede del distrito del Eixample para protestar por la prohibición del Mercat de pagès del barrio de Sant Antoni. Los organizadores pertenecen a la Xarxa de Consum Solidari, que entiende la actitud del consistorio como un acto de censura y represivo, por lo que exigen la “reapertura” del mercadillo.
El argumento de que los tenderetes situados a unos metros del mercado de Sant Antoni cada martes y en horario coincidente es una competencia desleal no convence a los activistas. Ellos están por la “revolta pagesa” y contra los intermediarios, defienden el consumo “consciente” y ecológico. Van a entregar 3.000 firmas y el respaldo de 85 organizaciones contra la decisión municipal.
No dicen nada sobre la opinión de los vecinos, que ya soportan cada día el ir y venir de las camionetas con las mercancías que nutren las paradas de Sant Antoni, los trabajos de madrugada para mantener limpias las instalaciones y la recogida de las basuras.
Los promotores de los Mercats de pagès empezaron solidarizándose con las comunidades agrarias de países como Senegal, Bolivia o Ecuador que tenían dificultades para que sus productos llegaran a los consumidores. En Barcelona organizan, seis eventos durante los fines de semana y también en días laborables en barrios que están perfectamente abastecidos, que incluso cuentan con mercados municipales.
La Xarxa de Consum Solidari anima sus mercadillos con actuaciones musicales, macropaellas a cargo de “cocineros de la tierra”, calçotadas populares y espectáculos ruidosos. Todo ello en paralelo con el activismo climático, contra las macrogranjas, la agroindustria, los supermercados y todo lo que huela a sistema.
Defienden a los pequeños agricultores, pero les importan menos los pequeños comerciantes que han invertido los ahorros en hacerse con una parada en un mercado o los que están a pie de calle y mantienen abiertas sus tiendas mañana y tarde. Son activistas que tienen más de urbanitas que de ruralistas, empeñados en imponer su modelo mercado-verbena.
Este movimiento urbano destila la ideología de la CUP, los antisistema que promueven métodos de higiene femenina de los tiempos de María Castaña, la vuelta al pasado y a una sociedad rural que solo existe en su cabeza. El domingo pasado, apenas obtuvieron 31.000 votos (4,67% del total) en Barcelona; una representatividad muy parecida a la que consiguieron en las municipales del 2023: 25.000 votos (3,8%).
¿Cómo es posible que con ese apoyo popular hayan conseguido tanta influencia en la política local? ¿Cómo han logrado que el Ayuntamiento de Barcelona les dé patente de corso para combatir a los comerciantes y molestar a los barceloneses? Quizá la respuesta sea la misma que explica que ERC adoptara desde la Consejería de Salud los postulados de los cupaires y aprobara aquel simpático reparto gratuito de productos menstruales reutilizables.
Parece que algunos quieren ser un poco antisistema, aunque sean la pura personificación del sistema.