Las elecciones catalanas acabaron el 12 de mayo, pero si alguien pensaba que se abría un nuevo tiempo tendrá que esperar. No tanto para ver cómo se resuelve el intrincado recorrido que llevará a Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat -de eso estoy seguro- sino porque estamos comiéndonos el postre de las catalanas: las europeas.
Jaume Collboni sigue a su ritmo y ahora con el comodín de los presupuestos aprobados. Vamos, que el gobierno de la ciudad funciona pero seguimos a oscuras con los pactos. En plena campaña electoral no se construye el mejor escenario negociador y después del 9 de junio los focos estarán centrados en la investidura del president. Las tribulaciones de los partidos serán pragmáticas, algunas, y las más esotéricas, pero esperemos que llegue todo a buen puerto. Y hemos de estar atentos para saber si Barcelona entrará en estas negociaciones. No es una boutade lo que les digo. Si hay que convencer a ERC en la Generalitat a lo mejor el alcalde Collboni tiene que poner caramelos en forma de cartapacio municipal a los republicanos.
Los socialistas han salido fortalecidos del 12M. Han crecido en todo el territorio y se han hecho fuertes en las áreas metropolitanas de grandes ciudades. Y en Barcelona más que nunca. El PSC ha obtenido el 27.89% de los votos y ha ganado en la mayoría de barrios. Sin duda, la buena gestión del alcalde ha contribuido. Junts ha quedado en segunda posición con el 19,68% y sus feudos se han quedado en la zona alta de la ciudad donde se ha repartido el pastel con el Partido Popular que se ha situado en tercera posición con el 13,74%. ERC también ha entrado en barrena en la capital catalana y solo ha obtenido un 12,92%. Y si de caídas por el precipicio hablamos hay que destacar a los comunes que se han quedado por debajo del 10%, consiguiendo solo el 8,92%.
Cierto que los resultados no se pueden extrapolar pero el PSC se ha impuesto en generales y autonómicas al tiempo que el gobierno municipal funciona con normalidad y progresa adecuadamente. Los republicanos no deberían ver con malos ojos entrar ya en el gobierno municipal porque ERC debe reconstruirse en Barcelona, pero también en Catalunya donde las heridas todavía sangran. ¡Y de qué manera! No sería una mala opción cerrar pactos con los socialistas porque es una forma de consolidar posición frente a Junts que en breve perderá el liderazgo de Xavier Trías y si no miente el liderazgo de Carles Puigdemont en Catalunya porque nos dijo que dejaría la primera línea si no era investido presidente. En manos de ERC está hacer una jugada de jaque en alianza con los socialistas.
ERC lo necesita como agua de mayo. En las municipales obtuvo el 11,22%. Ahora un 12,92%. Su estancamiento es evidente. Por el contrario, los socialistas suben 8 puntos desde las municipales y los junteros bajan tres puntos, porque Puigdemont no es Trías, es una persona creíble frente a un mesías irredento. El descalabro mayor nos lo presentan los comunes que los electores han considerado culpables del adelanto electoral y los han castigado. Han perdido dos diputados y los 6 obtenidos son de la provincia de Barcelona, aunque en la capital han perdido 11 puntos sobre los apoyos obtenidos en las municipales. Su 19,77% se ha visto reducido a la nimiedad del 8,92%. ¿Han hecho autocrítica? Ninguna. Jéssica Albiach ha hecho de la necesidad virtud y se ha ofrecido a un gobierno tripartito. Me dirán que en Barcelona los comunes han hecho lo mismo, se han ofrecido a Collboni, cierto, pero hay una diferencia. Es una oferta trampa porque los socialistas no pueden aceptar el garbanzo negro que representa Ada Colau. Mientras Colau siga en política activa el pacto es imposible. No parece importarle que su partido esté noqueado porque su pasotismo ha sido evidente en esta campaña por ausencia. También los comunes necesitan pensar y reconstruirse. Pero no podrán hacerlo mientras Colau siga siendo la líder. Si quieren sobrevivir deben pasar página. Colau debería emular a Aragonés. Cuánto antes. Si no lo hace puede ser tarde.