El 85% de los barceloneses dice no haber tenido nunca problemas con sus vecinos, según una reciente encuesta, donde también se recoge que el 57% de los consultados asegura que habla regularmente con ellos cuando se los encuentra en el rellano o en la portería, pese a que solo el 42% los identifica por su nombre.

El sondeo, encargo de la aseguradora Mutua de Propietarios, señala que el 12% de los conflictos que se dan entre residentes nunca se resuelven, un dato que casa bastante con la opinión de la policía municipal sobre el encarnizamiento de los problemas en las comunidades. Igual que ocurre en los pequeños pueblos, donde las rivalidades se hacen eternas y pasan de padres a hijos.

Sin embargo, el porcentaje que se refiere a los encontronazos entre los barceloneses --que mejora en 20 puntos la media española-- no merece mucho crédito desde mi punto de vista. Tengo la impresión de que cuando uno se manifiesta sobre ese asunto siempre tiende a pensar que si admite haber tenido un choque con el que toca el piano a todas horas o el que siempre se deja abierta la puerta del ascensor el problemático es uno mismo. Y por eso se autoconvence de la inexistencia del conflicto.

De hecho, los resultados de la encuesta apuntan que la relación vecinal mejora con la edad, sospecho que debido a que en la vejez es más fácil relativizar los roces o las antipatías, y saludar con unas palabras educadas al malcarado del sexto cuyo nombre ignoras, pero que has oído decir tonterías sin fin en las juntas de propietarios haciendo caso omiso de los bostezos generalizados.

Parece ser que la baja conflictividad es más frecuente entre personas que habitan pisos de más de 120 metros cuadrados y que, además, tienen buenos ingresos, un colectivo donde las relaciones vecinales mejoran. Eso sí me lo creo, naturalmente.

Pero da la casualidad de que solo el 14% de las viviendas de España reúnen esas características. En Barcelona, en concreto, Pedralbes, Sant Gervasi y Tres Torres son los barrios con más viviendas de esas dimensiones. No solo tienen pisazos y ganan mucho dinero, sino que encima tienen vecinos simpáticos. Así, cualquiera.