Demasiado despacio, pero con buena letra, el alcalde Collboni comienza a reparar los daños causados por los comunes en Barcelona. Una nueva salida del túnel en que metieron a la ciudad Colau y sus sectarios es el proyecto de borrar del mapa aquel urbanismo táctico y desastroso en el barrio de Sant Antoni. Otra liberación es poner fin a la batalla y a la represión contra el vehículo privado de quienes intentaron retroceder al Siglo XIX con bicicletas y transporte público insuficiente y calamitoso. Así que, parafraseando el lema de moda antisemita y filo-terrorista que tanto agrada los de su cuerda, desde los ríos Besòs y Llobregat hasta el mar, el colauismo va desapareciendo sumergido en su irrelevancia y en sus fracasos técnicos e ideológicos.

La primera señal de que los tiempos están cambiando para bien en Barcelona fue la inmediata defenestración de tres personajes. Manuel Valdés, gerente de movilidad y exsocialista, sector oportunista, conocido con el alias de siempreflota. Javier Burón, ex gerente de Vivienda. Y Xavier Matilla, ex arquitecto jefe de Colau. Un tridente para erradicar su malpaso por el Ayuntamiento y para recordar que el punto débil del diablo es la estupidez. Porque fueron la trinidad de las principales frustraciones del colauismo: movilidad, vivienda y urbanismo.

Por el momento, se invertirán ocho millones de euros para frenar la degradación, la suciedad, la falta de mantenimiento, la movilidad y las carencias de la llamada superilla de Sant Antoni. Nada más y nada menos que 13.400 metros cuadrados que afectan a calles tan importantes como Borrell, Paral·lel, Manso, ronda de Sant Pau... Y perjudican, de rebote, a la Gran Via y aledaños de la plaza Espanya. Mientras tanto, obras, molestias e incremento de costes hasta el 2026.

Por lo que respecta a la circulación de vehículos privados, el alcalde se compromete a dialogar con el sector automovilístico y a buscar soluciones conjuntas. Los responsables municipales  consideran el vehículo eléctrico como alternativa a la contaminación, “pero sin recurrir a posiciones radicales y dogmáticas”. Partidarios de ayudar y no de acosar y prohibir, reactivan la tradición de la industria automovilística de Catalunya frente a los ruinosos decrecimientos prometidos en los tiempos oscuros de Colau. Algo que ha celebrado el Gremi del Motor, partidario de un “cambio radical y positivo” en la relación con el Ayuntamiento. También se ha mostrado satisfecha la Patronal Catalana de la Distribución de Automoción, que ha lamentado los “ocho años de puerta cerrada” del anterior consistorio.

Para más llanto y rechinar de dientes de aquellos déspotas salvadores de la Tierra y el Cosmos, el mundo verá rodar los bólidos de la Fórmula 1 y oirá el rugir de sus motores por el Eixample del futurista Cerdà. Como cuando competían por las curvas de Montjuïc. El contraste será ver navegar veleros, yates y otras embarcaciones por un puerto cada vez más rico durante la Copa América. Y mientras el autoritarismo se hunde, Barcelona recupera libertad desde el Besòs y el Llobregat hasta el mar.