Se decía antes que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Ahora se sabe que el Ayuntamiento de Barcelona, también. Pero las intenciones no bastan, entre otros motivos, porque es imposible saber si realmente existen. Las buenas intenciones, hasta ahora, sólo han dado para que Max Aub escribiera una deliciosa novela titulada así. Pero luego hay que llevarlas a la práctica. Y ahí es donde al consistorio (también a otras administraciones) le cuesta. Caben pocas dudas sobre su voluntad (intención) de mejorar el tráfico y reducir la contaminación, dando prioridad a los más débiles (los ciclistas) y al transporte colectivo frente al privado. Otra cosa es que se consiga.
El carril para bicicletas de la Via Augusta, en la zona de Tres Torres ha sido cuestionado debido a que no son muchos los ciclistas que lo utilizan y su construcción ha supuesto la reducción de carriles para el coche. Y ha afectado también a los autobuses. El V9, que dicho sea de paso, al adentrarse en la ciudad sigue un curso más que sinuoso, puede tardar varios minutos en llegar desde la calle de la Nena Casas hasta la ronda del Mig. El autobús acostumbra a llevar no menos de una veintena de personas, cuando no bastantes más. A su lado, el carril-bici permanece casi desierto. En ese mismo tiempo puede ser utilizado, a lo sumo, por media docena de ciclistas. ¿No hubiera sido más adecuado, dada la escasez de espacio, un carril-bus?
La cosa es mucho más incomprensible en el nuevo carril para los ciclistas abierto en Travessera de Les Corts, entre Carles III y Joan Güell. Es difícil estar contra ese carril que protege a los ciclistas y facilita su movilidad. Pero ¿había que hacerlo a costa del transporte público? Porque para su construcción se ha eliminado el carril de autobuses existente. Eso sí, se ha mantenido una zona de aparcamiento para el coche privado que dificulta el movimiento y la visión de quienes acuden con un carrito (en general gente mayor) al mercado municipal.
Cualquiera que observe el resultado podrá comprobar que son muchos más los que usan el autobús que los que van en bicicleta. Con todo, quizás hubiera sido más acertado ofrecer refugio a los ciclistas sin quitárselo a los usuarios de TMB, o, ya puestos, eliminar el aparcamiento en superficie.
Es cierto que en esa zona faltan plazas donde aparcar pero convendría repasar la historia, aunque sólo sea para no repetir errores. La cobertura de la ronda del Mig, entre Madrid y Travessera debería haberse sufragado con la explotación de un aparcamiento, como ya se había hecho entre Madrid y la carretera de Sants. El constructor desistió y el consistorio asumió la obra sin el aparcamiento previsto. Lo mismo pasó en una plazoleta situada en la confluencia de Travessera de Les Corts y Joan Güell. Se licitó un aparcamiento subterráneo que, finalmente, no encontró ningún empresario interesado y se abandonó la idea. En realidad sí había constructores que querían hacer la obra, pero pretendían vender antes las plazas para financiarla. La gente, claro, no se aventuró a dar dinero sin tener la garantía de que luego se terminaran los trabajos. Entre otros motivos, porque se podía aparcar gratis en la calle.
El resultado es que los vecinos (y quienes visitan la zona en coche) sólo disponen de las plazas de superficie. Y cuando el Barça vuelva a su estadio (salvo que ya juegue en segunda división, con Laporta al frente, todo es posible), ni eso.
Las intenciones del Ayuntamiento de Barcelona son muy buenas. La puesta en práctica, en cambio, cuesta un poco más.
Con todo, se ha ido reduciendo el espacio de aparcamiento en la calle, con una consecuencia posiblemente no buscada, pero tampoco prevista: la distribución de mercancías, al no disponer de sitios reservados, ha encontrado una zona ideal para pararse, los carriles del autobús o, si no están protegidos por barreras físicas, los de los ciclistas. Con el agravante de que, como la Guardia Urbana está para otras cosas (a saber) los vigilantes de la zona azul y verde no pueden denunciarlos. Es mucho más seguro aparcar muy mal que hacerlo sólo un poco en las zonas reservadas para los coches. Ahí sí que te pueden multar.
Estos días ha entrado en funcionamiento, supuestamente, el vehículo dotado de cámara fotográfica que debe captar las infracciones de estacionamiento en el carril-bus. Si lo ha hecho, ha sido sigilosamente. No vaya a ser que el mero anuncio tenga efecto disuasorio y mejore de verdad el tráfico.
Convendría tenerlo presente: sancionar a quien ocupa el carril-bus no es afán recaudatorio. Es defender los derechos de quienes optan por el transporte público.