No seré yo quien critique la celebración en Barcelona de un evento de prestigio como la Copa América. Al contrario, defiendo firmemente su organización, la edición 37, por ser un ventanal de proyección internacional para nuestra ciudad.

Competición deportiva al margen, la Copa América representa una oportunidad de negocio lógico para su organizador y también de innovación tecnológica y de sostenibilidad para nuestra industria del mar en la que Barcelona siempre ha de ser pionera por su tradición y potencial.

El evento ha de tener una connotación ciudadana. El seguimiento desde el frente marítimo de la competición o la apertura permanente del Village en el Moll de la Fusta se encaminan acertadamente en ese sentido.

Las administraciones principales se han volcado en el evento con unas aportaciones iniciales de 25 millones de euros (15 para la organización y 10 para actividades de ciudad desde la Fundación Barcelona Capital Naútica). A ello deberán adicionarse otras específicas y en particular provenientes del Ayuntamiento vinculadas sobre todo a la cultura y actuaciones urbanísticas puntuales. Las molestias, colapsos y aglomeraciones en Port Vell, fachada litoral o en la Barceloneta, han de encararse con la obligación de subsanarlas y de compensar los perjuicios con acciones en favor de sus vecinos.

El retorno de esta inyección de dinero público está avalado por su repercusión mundial, que permitirá a Barcelona ser un impecable y orgulloso escaparate de mar y tractor del turismo de presente y futuro que necesita: de calidad, cívico, familiar y de empresa y que deje recursos económicos.

Se trata de conciliar un evento de élite y clases pudientes, no nos engañemos, con ese retorno de ciudad imprescindible para que los barceloneses participen y disfruten del proyecto y Barcelona de un salto de calidad en su presencia internacional e imagen como ya lo fueron los Juegos Olímpicos de 1992 sin que se pretenda una comparación entre ambos.

No obstante, hay algo que me llama la atención. La desaparición en la práctica del Gobierno de España. El evento es financiado por las distintas administraciones y organismos públicos. Sin embargo, en la publicidad del evento, hasta ahora y salvo excepciones, figura destacado el logo del Ayuntamiento de Barcelona y el de la Generalitat de Catalunya, pero destaca la ausencia del Gobierno del Estado con el Escudo de España.

Se podrá decir que el Gobierno de nuestro país ya figura en un renglón inferior junto a otros entes como la Diputación, el Puerto, Turisme o la Cambra de Comerç, pero lo hace con un desdibujado logo del Consejo Superior de Deportes. También aparece, faltaría más, Barcelona Global. Desde esta entidad barcelonesa sin ninguna pretensión de beneficio avalaron con su patrimonio la viabilidad del evento. Sin su implicación, la Copa América no se celebraría en nuestra ciudad.

Viendo la publicidad, al ciudadano medio lo que le queda es que quienes se implican en el evento son el ayuntamiento y la Generalitat, el Estado paga pero que no se le vea….. Lo mismo sucede en inversiones en infraestructuras, por ejemplo, el metro, o servicios sociales de antaño, la asistencia domiciliaria telefónica a nuestros mayores, que pagaba total o parcial el Estado, pero que nadie lo sabía porque lo publicitaban como propios otras administraciones.

No deja de sorprender también la escasa, por no decir nula, notoriedad hasta la fecha de la Casa Real en el evento. Si hay un deporte al que se la vincula es precisamente la vela. Si se ha de tener un mejor embajador, como lo fue en los Juegos del 92 D. Juan Carlos I, junto a Pasqual Maragall Juan Antonio Samaranch y los voluntarios, es el Rey D. Felipe practicante, además, de esta disciplina náutica.

Lo anterior no es exclusivo de la Copa América. Barcelona acoge distintos acontecimientos internacionales de excelencia y relevancia que son cofinanciados por el Estado y quien aprueba bonificaciones y exenciones fiscales. Después, el Estado en la presencia institucional del evento y su publicidad es relegado a terceros niveles de representación cuando no difuminada o extinta su presencia.

Sirva este capón a la Copa de América como elemento de reflexión y reacción para que todo se pueda subsanar, porque es de justicia y lógica, en las próximas semanas. No nos dejemos arrastrar por vetos independentistas o favores partidistas. Hágase lo obligado desde la normalidad, el sentido común y el respeto institucional. Así es Barcelona y así ha logrado sus mayores éxitos de ciudad que tanto nos enorgullecen. Juntos siempre hemos hecho más cosas que separados y, además, las hemos hecho mejor.