Aurora Catà: “La Copa América debe impulsar la gestión del turismo en Barcelona, más que la promoción”
Barcelona ofrece en los últimos meses una imagen muy distinta a la de los últimos años. Hay una oferta cultural “interdisciplinar”, como apuntan los gestores culturales, pero lo que ha cambiado es “el espíritu colectivo”. Lo señala Aurora Catà, vicepresidenta de la Copa América (ACE), que, desde su larga experiencia como gestora empresarial, considera que el evento debe contribuir para que Barcelona asuma un reto mayúsculo y necesario. “La Copa América debe impulsar la gestión del turismo en Barcelona, más que la promoción”, señala Catà.
Esa voluntad, la de conseguir un turismo distinto, que esté más centrado en una oferta cultural y de ocio diversificada, que tenga objetivos más definidos –que es lo que buscan ahora todas las grandes ciudades—solo se podrá concretar con la colaboración de las instituciones públicas y el sector privado. Lo que debería suceder en Barcelona y se está en ello, a juicio de Catà, es recuperar el “espíritu del 92”, en alusión a los Juegos Olímpicos de 1992. En gran medida se ha conseguido. “Ese espíritu está muy presente en todo el proyecto de la Copa América”, señala Catà en una entrevista en el programa Converses de la Cadena Cope, con la participación de Metrópoli.
"Gran esfuerzo colectivo"
¿En qué medida? La Copa América es una competición de vela, el evento deportivo más antiguo del mundo, que nació como un reto que planteó la Reina Victoria de Inglaterra para demostrar que las naves inglesas eran las más veloces del mundo. Pero en la primera edición, en 1851, obtuvo la victoria un barco de Estados Unidos, el América. Y la competición tomó su nombre. Esa idea “romántica”, que ha llegado a Barcelona, de la mano del equipo de vela neozelandés, que lidera Grant Dalton, debe servir para “impulsar esa colaboración y mantenerla, de hecho, después de un gran esfuerzo colectivo”. Catà se refiere a las instituciones, al Port de Barcelona, y al Ayuntamiento de Barcelona, al Govern de la Generalitat y también a las empresas, al lobby empresarial Barcelona Global, y a empresarios concretos, como Dani Puig, del Grupo Puig.
La voluntad fue que la Copa América dejara un legado en la ciudad, y que los propios habitantes se la hicieran suya. Catà considera que eso será posible. “Las características del mar en Barcelona hacen que, en pocos metros, haya profundidad, y los barcos se podrán ver con facilidad desde muchos emplazamientos desde el Port. Y se facilitará con un acceso gratuito y con toda una producción audiovisual”.
La cuestión es que la Copa América llega en un momento en el que se discute cómo controlar el turismo, o cómo gestionarlo de una forma más sostenible. Sobre las previsiones de visitantes, los organizadores no ofrecen un número concreto. Lo que hay, como recuerda Aurora Catà, es un estudio de la Universitat Pompeu Fabra que apunta a un impacto económico de 1.115 millones de euros y a 2,5 millones de visitantes. Catà, sin embargo, entiende que es difícil calcular el número de visitantes, contando con que los potenciales visitantes, que llegarían para dar apoyo a sus equipos, Reino Unido, Italia, Francia y Suiza, lo podrían hacer por carretera en el último momento. “Hacer una previsión es realmente complicado, pero lo importante es la gestión de ese flujo, y por ello es crucial lo que pueda marcar un evento como la Copa América”.
El debate está presente en todo momento. Lo ha planteado Turisme de Barcelona, que preside Jordi Clos, al indicar que se debe pasar de la “promoción a la gestión”. El evento, con un carácter internacional de primer grado –es la tercera competición deportiva más seguida en televisión, tras los Mundiales de fútbol y los Juegos Olímpicos—no debería ser visto como una palanca de promoción, sino como un primer intento de “gestionar el turismo”. ¿La razón? “Es una competición que estará repartida en el tiempo, que es larga, con días entre semana, que está desestacionalizada, y que puede atraer a un visitante distinto, más interesado en la tecnología y la innovación, con la presencia de barcos nunca vistos”, incide la vicepresidenta de la Copa América, que lideró desde 2020 a 2022 el lobby empresarial Barcelona Global.
Las opciones de Barcelona en el futuro
Lo que se busca, aunque eso dependerá del equipo que gane la competición, es que Barcelona pueda acoger más ediciones de la Copa América, desde la convicción de que “saldrá bien”, y que la ciudad no sufrirá experiencias como la de Valencia, que resultó un fracaso económico. Las opciones para que Barcelona pueda mantener esa sede, para próximas regatas de la Copa América, pasan por la victoria del equipo de Nueva Zelanda, que lidera Grant Dalton, o por el equipo suizo, que no tiene mar. En el caso de Reino Unido, Francia, Estados Unidos o Italia, --los otros equipos que compiten—Catà cree que podrían optar por sus “propias aguas”. Y es que quien gana apuesta por una determinada ciudad. Nueva Zelanda tiene más opciones, ya que, al ser el equipo ganador en la última edición, pasa a la final directamente. “Hay un 50% de posibilidades de que Barcelona pueda mantener el evento”, indica Catà, al entender que Dalton está satisfecho por el trabajo que se realiza en la capital catalana.
Ha habido, en todo caso, dificultades. Dalton no entendió, en el primer momento, que hubiera tantas administraciones implicadas, públicas y privadas, y quiso un único interlocutor, o que se le facilitara ese diálogo. “Eso se consiguió y cuando se han presentado dificultades se han resuelto entre todos”, afirma Catà.
Lo que tiene entre manos Barcelona “es una Fórmula 1 en el mar”, y el evento debería entusiasmar al público local, al mismo tiempo que puede atraer al visitante extranjero. Pero como gran legado, para Catà, debe quedar las propias instalaciones, el Port Vell. “Hemos proclamado, como lema, que ‘Somos de mar’, pero no ejercemos como tales. No vemos el Port Vell como algo nuestro, y debemos conseguirlo”, insiste.
Barcelona, "en marcha de nuevo"
El intangible, lo que no se puede medir, es, tal vez, lo más importante para Aurora Catà, el hecho de que Barcelona pudiera aspirar a un gran evento y conseguirlo, con un trabajo colectivo, después de años complicados, con el proceso independentista desde 2012. La sensación de que Barcelona se ponía “en marcha” otra vez, y que se recuperaba “el espíritu olímpico, ahora muy presente”.
La cara B, en todo caso, es la posible saturación en una ciudad que no necesita ya una gran promoción, como admite Turisme de Barcelona. “Hay que pasar a la gestión del turismo, y podemos apoyarnos en la Copa América para ir hacia ese nuevo objetivo”, concluye Catà, que ha vivido muchas experiencias profesionales ligadas al mundo empresarial, como directora financiera de Nissan Motor Ibérica, directora general de RTVE o consejera delegada de Planeta.