El cartel que anuncia la Mercè de este año nos ha dejado a todos con el culo torcío, como diría Joaquín Reyes. Eso sí, por motivos distintos. El lazismo en pleno ha acusado al ayuntamiento de evitar en la imagen cualquier referencia a la catalanidad de las fiestas, como ya pasó, según creo recordar, con el cartel del día de Sant Jordi: ya se sabe que, a esa gente, si no se lo llenas todo de castellers y tíos con barretina, se pillan un rebote del quince. Por otra parte, los no lazis nos hemos tenido que enfrentar a una foto inquietante, tirando a terrorífica, que no sabemos muy bien qué tiene que ver con la festividad de nuestra santa patrona, pues en ella se ve a un niño muy pequeño, solo en un cuarto levemente siniestro, sentadito en una cama y observando con estupor lo que le rodea mientras a través de la ventana se cuelan unas luces que parece que se esté acercando un ovni con aviesas intenciones.
La foto está sacada de un video realizado por la productora Canadá, compañía barcelonesa de prestigio especializada en estupendos videoclips para grupos nacionales y extranjeros. Reconozco que no lo he visto, pero me lo han descrito muy bien y narra una pequeña historia. En el video, una madre (Anna Castillo) está preocupada porque su hijo no para de llorar y solo consigue tranquilizarse cuando ve por la ventana a una geganta (creo que no es Laura Borràs, afortunadamente para el tierno infante).
Acto seguido, arrullado por los fuegos artificiales que iluminan la ciudad, el chiquitín se queda frito y deja de dar la lata a su madre (licencia poética, ya que los fuegos artificiales no dejan dormir a nadie y, además, son una pesadilla para perros y otros animales domésticos). O sea, que la historia, aunque no muy verosímil, se entiende. Cuando no se entiende nada es cuando se elige una imagen aislada del video y se utiliza para un cartel, dado que en ese cartel lo único que vemos es a un niño aparentemente abandonado que nos provoca una pena y una inquietud tremendas. Como resumen conceptual del video, la foto no puede estar peor elegida, pues consigue lo contrario de lo que se pretendía. ¿No habrá por ahí alguna imagen del pobre crío durmiendo sonriente mientras se ven por la ventana los fuegos artificiales y asoma la cara alegre y sonrosada de una geganta que no sea Laura Borràs?
Es cierto que en Barcelona somos muy dados a indignarnos por tonterías. Sobre todo, los integrantes del sector lazi, que ahora están que trinan con el alcalde socialista y aprovechan la menor oportunidad para ponerlo de vuelta y media. Pero es que lo del cartel de marras, francamente, no hay quien lo entienda. Vamos a ver, la foto no está nada mal, pero como resumen gráfico de lo que se supone que son las fiestas de la Mercè no hay por donde cogerlo.
La cosa me recuerda a cuando los franceses le encargaron a Miquel Barceló un cartel para un torneo de tenis y el hombre les intentó endilgar una bonita escena taurina, con su matador y su astado ejecutando una especie de paso de baile. No negaré la belleza de la imagen, pero los responsables del torneo, arguyendo que el toreo y el tenis no tienen mucho que ver, rechazaron el dibujo (que ahora puede verse en el Museu de l'art prohibit del capitalista antisistema Tatxo Benet).
También está muy bien la imagen del niño solo y aterrorizado en un cuarto de iluminación tirando a siniestra, pero…¿Qué tiene que ver con la Mercè? Pese a lo que digan los lazis, no estamos aquí ante un malvado intento sociata de eludir la catalanidad de la ciudad, sino ante una simple imagen que, sacada de su contexto, no se entiende, con lo que no consigue sus fines. A no ser que la intención del ayuntamiento sea la de contribuir al decrecimiento turístico en la ciudad: la imagen del pobre crío aterrado es ideal para insinuar a nuestros visitantes que más vale que no aparezcan por aquí el día de nuestra santa patrona.