Hay un acuerdo, otra cosa es concretar cuándo se hará efectivo. Depende de Esquerra Republicana, de su capacidad para sacar adelante dos cuestiones de forma paralela: la investidura del socialista Salvador Illa, como presidente de la Generalitat, y la gobernabilidad de Barcelona, con un pacto para entrar en el ejecutivo local del alcalde Jaume Collboni. La militancia deberá decir su última palabra. En el caso de Barcelona el área que ha pedido la presidenta del grupo municipal, Elisenda Alamany, es la promoción económica de la ciudad. Y ello explica, al margen de una apuesta profesional distinta, pensada ya desde hace algún tiempo, la salida del que ha sido Comisionado de Promoción de la ciudad, Pau Solanilla. Será Esquerra la encargada de esa responsabilidad.

No hay dudas sobre la capacidad de los hombres y mujeres de Esquerra para gestionar importantes ámbitos del Ayuntamiento de Barcelona. Pero el partido se encuentra inmerso en una situación de clara división interna. Ha sido Alamany y la presidenta de la Federación del partido en Barcelona, Eva Baró, las que más han empujado para que los republicanos pudieran llegar a un acuerdo con el PSC. Alamany entiende que es mejor formar parte del gobierno, --visualizar las políticas que se puedan impulsar—para ensanchar la fuerza electoral en la capital catalana.

En los ayuntamientos, la gloria siempre es para el gobierno local, y, en concreto, para el alcalde o alcaldesa. Los partidos que se encuentran en la oposición lo tienen complicado para trasladar a la ciudadanía todo lo que realizan. Alamany lo sabe, y busca una plataforma muy potente para hacer ver al conjunto de barceloneses todo lo que el partido defiende y podrá llevar a la práctica. Sea por el acuerdo suscrito o por la habilidad para anticiparse a la nueva situación, el alcalde Collboni ha tomado algunas decisiones, como anunciar el fin de los pisos turísticos en el horizonte de 2029. Esquerra está en esa línea. Alamany, que procede de los comunes, tiene claro que su partido debe defender hoy posiciones netamente de izquierdas, con la voluntad, precisamente, de comerse parte de ese electorado que votó a Ada Colau, que sigue en horas bajas.

Pero la cuestión es que Alamany deberá demostrar mucha cintura política. La Promoción de Ciudad incorpora un elemento cada vez más importante en el contexto internacional: la llamada diplomacia económica. La necesidad de tender puentes, de ser empático con las necesidades de distintos sectores, la habilidad para aprovechar oportunidades en una lucha competitiva con otras urbes europeas y mundiales. No se trata de gestionar un presupuesto, que también, sino de actuar con mucha mano izquierda. Alamany representará a Barcelona, en su conjunto, y lo hará –si fructifica el acuerdo—desde una primera tenencia de alcaldía. Además de ser la máxima dirigente de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, será la cara de la ciudad en muchos foros.

Esquerra ha jugado sus cartas en la capital catalana. Pero deberá demostrar que está a la altura de las circunstancias. Y hoy su partido no parece el más capacitado para ello. En todo caso, tiene el beneficio de la duda. Promoción de la Ciudad, en manos de ERC, bajo la responsabilidad de Elisenda Alamany, dentro de un área económica que seguirá dirigiendo el también teniente de alcalde Jordi Valls.