El subsuelo tiene una elevada inercia térmica. En cristiano, se calienta o se enfría muy lentamente. A una determinada profundidad, la temperatura se mantiene aproximadamente estable a lo largo de todo el año, a unos 16 ºC. Eso explica por qué uno está fresquito en algunos sótanos o algunas cavas de vino y por qué las bombas de calor llamadas geotérmicas son tan eficientes, aunque dejen de serlo pasados unos veinte años porque el intercambio de calor lleva consigo una contaminación térmica, que es otra manera de decir que calienta el suelo.

Eso explica por qué las paredes de los túneles de algunas líneas del metro de Londres, el más antiguo del mundo, mantienen hoy una temperatura constante de unos 30 ºC a lo largo de todo el año. El calor desprendido por los trenes y la ventilación deficiente han calentado lentamente el subsuelo de Londres. No han faltado proyectos que pretenden aprovechar esa contaminación térmica para la climatización de algunos edificios de la city. Es una buena idea, pero no me consta que se haya materializado. Hace unos años, hubo un proyecto parecido para climatizar las oficinas de los Ferrocarrils de la Generalitat. No se pudo llevar a buen término porque el subsuelo bajo las oficinas parece un queso de Gruyère y no había manera de perforar nada sin aparecer en una alcantarilla, un túnel del ferrocarril, una galería de servicio o el sótano de un vecino.

En Barcelona, algunas estaciones del metro o del ferrocarril son especialmente calurosas. En hora punta, son un infierno. La estación de Hospital Clínic de la L5 del metro de Barcelona es una de las más calurosas de la red de TMB, con 35 ºC de media este verano. La causa, la falta de ventilación. Para aliviar estos calores, TMB ha instalado doce ventiladores de techo, seis en cada andén, como prueba piloto. Se ha gastado 60.000 euros. Cada ventilador ha salido por 5.000 euros ya instalado y conectado al sistema RESPIRA, que mide temperatura y humedad en varias estaciones de TMB desde 2019. Cada uno de esos ventiladores cuesta algo más de 500 euros al detalle, según catálogo. Supongo que el grueso de la inversión, más de 4.000 euros por ventilador, habrá sido fijarlos en el techo y conectarlos a RESPIRA.

En un verano lleno de obras de mantenimiento en el metro, el precio de estos ventiladores ha sido el chocolate del loro. La protagonista ha sido la tuneladora de la L9, la mítica, inacabada, inacabable, carísima L9 del metro. Hace muy poco, a bombo y platillo, TMB anunció que se pondrán en funcionamiento cuatro estaciones más de la L9… en 2027. Mientras tanto, la tuneladora, esa máquina legendaria, detenida entre febrero y mayo de este año por una avería, se ha roto de nuevo, de improviso. La cabeza perforadora se ha ido al garete. Una nueva costará doce millones de euros. La tuneladora estará al pairo más de un año.

Pero, a ver, que hablamos de la L9. Su presupuesto inicial era de 1.947 millones de euros de 2003, cuando se iniciaron las obras. Desde entonces, le ha costado a la Generalitat de Catalunya bastante más de 30.000 millones de euros, y me quedo corto. Antes de la nueva avería de la tuneladora, los responsables de esta obra juraban y perjuraban que con 926 millones más tendrían acabada la línea en 2029. Decían que faltaban por perforar poco más de 1.600 m de túnel y luego ponerse con toda la infraestructura ferroviaria, construir las estaciones, los accesos, los servicios… ¿Todo eso acabado en 2029? ¿Por sólo 926 millones? Vistos los precedentes y cómo va todo, yo no pondría la mano en el fuego.

Es bueno hacer comparaciones. Hasta ahora, cada kilómetro de túnel excavado de la L9 nos ha costado el equivalente a 52 km de línea de AVE, ida y vuelta, completa con puentes y túneles y con trenes en perfecto orden de funcionamiento. Doscientos metros de excavación de la L9 nos darían para remodelar los 11 km de la avenida Diagonal de arriba abajo y disponer de un tranvía flamante y nuevecito que la cruzase toda, cálculo en el que incluyo sobrecostes no deseados y la mejora de los sistemas de cloaca y alcantarillado.

La L9, si algún día llega a funcionar, supondrá una mejora impresionante de la red de metro, eso no lo niega nadie, pero ahora mismo deberíamos preguntarnos si gestionamos bien la obra pública, y me da que no.