Ada Colau reapareció en la despedida de Xavier Trías y lo elogió, y fue elogiada. Fue una aparición fugaz en la primera línea de la política en la que está ausente por decisión propia. Muchas voces, malintencionadas seguramente, dicen que Colau está más centrada en rehacer su vida, y disfrutarla, que en volver a la política activa. Me parece bien que se centre en su vida, ¡solo faltaría!, pero no me parece correcto que la líder de los comunes no esté en primera línea. Si no quiere asumir sus responsabilidades, la respuesta es fácil. Se llama dimisión.
No parece que la exalcaldesa, título honorífico que reivindica constantemente, este por la labor. Lleva un año haciendo mutis por el foro, pero en su partido manda. Fue la máxima responsable de la caída del Govern de Aragonés con la esotérica posición contra el Hard Rock, que Barcelona no tuviera presupuestos a la primera y que Sánchez tuviera un gobierno más inestable que nunca.
Colau es como Atila. Por dónde pasa no vuelve a crecer la hierba. En las autonómicas su fracaso es evidente. En las municipales todo un desastre, incluido la zona de Tarragona donde se ubicaría el Hard Rock donde son un espejismo, en las generales un sonoro revolcón y en las europeas todos los males quedando detrás de Podemos. Con todo este fiasco, Colau ha mantenido un tono bajo. Más bien bajísimo.
En los comunes decía que todavía manda, pero hasta en su burbuja política empieza a hacer aguas. El eurodiputado Jaume Asens estará integrado en los Verdes contra la voluntad de Colau de integrarlo en The Left, la izquierda europea, como Estrella Galán de Sumar. No pudo Colau imponer su voluntad porque los de la antigua Iniciativa per Catalunya están recuperando posiciones.
Colau fue una estrella y ahora parece estrellada. No la quieren ni los suyos. No pudo ser ministra, tampoco candidata en las europeas y ahora pierde votaciones hasta en el patio de su casa. Nos dijo, como hizo Feijóo, que no quería ser ministra ni candidata, pero lo cierto es que su predicamento ha perdido fuelle y su actitud personal no ayuda.
Aun así, quiere volver a ser candidata y volverá a primera línea cuando esté en condiciones de hacerlo con fuerza, dicen en su entorno. Es una opción, sin duda. La gestión de los tiempos en la vida es importante, y en la política todavía más. Y un líder es líder cuando los suyos le dan “autoritat” porque se bate el cobre a las duras y a las maduras. Cuando vienen mal dadas y haces mutis por el foro, la sensación de orfandad cala en la militancia y en los votantes. En Barcelona, siguen teniendo un suelo sólido. Son segundos, aunque siguen bajando en intención de voto, algo muy peligroso por la igualdad en el consistorio. Lógico cuando su líder se ha cogido un año sabático, pero todavía quedan tres años de legislatura y las estrellas con el tiempo pierden brillo, o se estrellan. Lo peor es que una buena parte del votante perdido vuelve a la casa grande de la izquierda barcelonesa, el PSC. Collboni, como las hormigas, nunca tuvo prisa y poco a poco se gestó como alternativa y ahora, poco a poco, se está gestando como alcalde. Que Colau esté a por uvas le viene como anillo al dedo.
La pregunta sin respuesta es ‘¿Quo Vadis Colau?’. No lo sabemos nosotros, ni tampoco los suyos. Mientras rehace su vida personal, la política se deteriora y tres años son muchos años siendo la mujer invisible. Ciertamente, valga la redundancia, Colau tiene un camino incierto.