El antiguo arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona Josep Antoni Acebillo sostiene que 30 años después de los Juegos Olímpicos la ciudad aún no sabe cómo relacionarse con el mar a cuyas orillas vive. Me acordaba de la cuestión el jueves de los drones iluminados de la Copa América desde las instalaciones del Maremágnum, donde ahora está el Time Out Market. Las mesas de los restaurantes enfocadas hacia la Torre del Rellotge estaban llenas a la espera del espectáculo nocturno, pero el resto del espacio -5.200 metros cuadrados- languidecía un poco.

El Maremágnum tiene una historia oscura pese a reunir las mejores condiciones para el triunfo, como el Moll de la Fusta y el Port Olímpic, dos lugares de felicidad efímera. Al contrario que la Barceloneta, cuyo enorme y dilatado éxito ha producido una gentrificación letal para sus nativos, como una colonización salvaje.

Los nuevos propietarios del centro comercial han hecho una inversión muy importante, como el gestor de la zona de restauración, Time Out, y los responsables de los locales que desde julio pasado tratan de atraer a los barceloneses con una fórmula de restauración con gran aceptación en otras ciudades. Han remodelado y mejorado la oferta que existía desde 1995, pero que nunca ha terminado de arrancar. La ocasión de la Copa de América es única.

Parking privado, transporte público escaso e incómodo, tiendas de todo tipo, muy buenas vistas, precios medios/altos. Sus promotores dicen que es como una plaza de pueblo, pero, claro, el mar es la frontera Este de Barcelona y la frontera difícilmente será el núcleo urbano, donde suelen estar las plazas de pueblo.

Nuestra ciudad no es muy amante de los centros comerciales, los malls, como se conocen en Estados Unidos y Latinomérica. Bien lo saben los promotores de L’Illa, que purgaron un buen periodo antes de llegar a la cima. Otro tanto ocurrió en Glòries y Diagonal Mar, donde la elevada presencia de extranjeros -inmigrantes y expats- permite atribuirles parte del mérito. (Tengo para mí que los veranos tórridos de los últimos años han ayudado bastante a esa consolidación como lugares donde refrescarse, tomar algo y quizá comprar.)

Time Out acaba de reforzar los contenidos de animación de su market para darle más atractivo, para que los barceloneses se animen y conviertan el Maremágnum en algo semejante al Mercado da Ribeira de Lisboa, el primero de los ocho macromerenderos que la multinacional del ocio tiene repartidos por el mundo.

Espero que tengan suerte porque la van a necesitar: apelan a unos ciudadanos parte de los cuales no desean confundirse con unos visitantes que les complican la vida. Esos barceloneses son precisamente los que anhelan caminar en sentido contrario, en volver a lo local; quizá en vivir en la ciudad de los 15 minutos.