Los alcaldes están sometidos a una enorme presión. En los últimos años el paisaje ha cambiado por completo. El crecimiento económico que ha vivido el área metropolitana, y el conjunto de Catalunya se debe al esfuerzo de muchas personas, de empresas y de iniciativas de emprendedores. Y también de personas que han llegado desde otros países y que se han buscado la vida de la mejor manera posible.
El día a día lo han vivido los alcaldes, que son los responsables de prestar servicios que resultan esenciales. Han respondido con los medios que tienen a su alcance y éstos se han visto que no son suficientes. Necesitan ayuda. Y de forma urgente.
Esa necesidad se constata en ciudades como L’Hospitalet. También en otras como Badalona. La capital, Barcelona, también se ha visto perjudicada por un sistema que tiene verdaderas carencias. La Administración de Justicia debe dar un paso al frente y admitir que se deben implementar cambios profundos. Los alcaldes serán los primeros en agradecerlo.
En Metrópoli lo constatamos con dos casos –se publican de forma constante, relativos a toda el área metropolitana—en L’Hospitalet, la segunda ciudad de Catalunya, que tiene una densidad de población de las más altas de toda Europa. Su alcalde, David Quirós, está haciendo frente a situaciones que resultan rocambolescas.
Los cuerpos de seguridad colaboran, con el conocimiento del territorio de la Guardia Urbana. Los Mossos d’Esquadra han intensificado su labor, bajo las directrices de la consejera de Interior, Núria Parlón, que tiene claro que se debe seguir una estrategia a largo plazo, y que sólo eso dará resultado. Pero falla una parte en ese organigrama: la Justicia, que es excesivamente lenta, que no puede resolver casos que resultan una auténtica tortura para los vecinos de esas ciudades.
En uno de los casos que explica Metrópoli los vecinos saben perfectamente lo que organizan unos delincuentes que han okupado una vivienda de planta baja. Son carteristas, ladrones que trapichean, y que trazan estrategias –y las explican—para delinquir en diferentes estaciones del Metro. Sin la orden de un juez para desalojar la vivienda, no se puede actuar. Y está bien que sea así. Pero no se puede demorar en el tiempo.
El otro caso es todavía más común. Se trata de un bar sin licencia, que actúa como bar musical, pero es un establecimiento en el que se concentran delincuentes que tráfican con droga.
El paisaje social ha cambiado de forma notable y eso se percibe de forma más clara en el área metropolitana. Los vecinos de L'Hospitalet se quejan de prácticas nuevas, como las apuestas a partir de retransmisiones de peleas de gallos que se practican en...la República Dominicana. Son, sí, dominicanos los que juegan, con música a todo volumen. Los vecinos se quejan de ese tráfico constante en el bar, del ruido, de los gritos.
La Guardia Urbana lo sabe. El Ayuntamiento lo sigue. Los vecinos están pendientes. Pero, ¿cómo se cierra ese bar? ¿Con qué celeridad?
En barrios con tanta densidad de población, con vecinos con muy distintas procedencias, es urgente que se actúe con determinación. Rápido. Por supuesto con todas las garantías, pero sin contemplaciones si se incumple la ley.
Sólo de esa manera se garantiza la libertad de todos los ciudadanos, la libertad como valor de valores, siguiendo a Timothy Snyder.